Capítulo 1: ¿Qué es el tiempo?

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Ella no sabía porque sentía frío en una noche tan calurosa; sus manos temblaban, sus labios se secaban. Se sacó los zapatos y los mantuvo en sus manos mientras bajaba las escaleras de la sala común silenciosamente. Salto el tercer escalón pues siempre rechinaba. En aquellos momentos, qualquier movimiento en falso abría resultado fatal.

Observó la soledad del lugar que normalmente estaba habitado por Griffindorianos que reían y charlaban mientras ella, como siempre, se enceraba en un libro para huir de la triste realidad de su vacío existencial.
Mientras salía de la sala común recordó infantilmente cuando su madre solía contarle que todo en la oscuridad quando la luz fallaba.

Cuando aún no conocía la profundidad de los pensamientos humanos y lo destructivos que podían llegar a ser. Hubiera preferido escuchar uno de aquellos momentos, si, en su cama, junto a su madre; y no tener que ir a la biblioteca, a encontrarse con su peor enemigo.

William humedeció la punta de la pluma sobre la tinta y comenzó a escribir lo que sería su primer libro:

Qué es el tiempo? Muchos dicen que se trata de la duración de las cosas sujetas a cambio, otros dicen que es la gran y única condena del hombre. Yo, personalmente, creo que el tiempo es la soberana medicina de nuestras pasiones, pues proporciona nuevos y diversos objetos a la imaginación, que borran las antiguas impresiones por profundas que sean. Es un río que arrastra todo lo que nace; es el destructor de la vida y de los más firmes sentimientos. Si el tiempo es tanto dentro de la vida del hombre¿Por qué tenemos que conformarnos con verlo pasar? Dicen que él es irreparable, que lo que sucede no se repetirá jamás. ¿Por qué he de conformarme con tal terrible afirmación? Si sé que en mis manos hay magia, si sé que puedo cambiarlo, lo haré.

Cambiaré el pasado y el tiempo renacerá de las cenizas.

Sonrió sintiéndose conforme con su introducción.

Si van a leer la historia que viene a continuación, he de advertirles que debe ser para mentes abiertas a la imaginación. Pues sin ella no podrán servirse del más exquisito postre que ha creado la humanidad: la fantasía. Este es mí relato, lo que sucedió y seguramente no podré probar. Sin embargo, dicen que lo que se escribe y llega a ojos de otros, queda impregnado de por vida y eso es lo que pretendo. Espero que mi osadía no sea demasiado grande. Esta es la historia de Xavier Pirandello y de Isabella Shawn, pero sobre todo, es la historia de Draco Malfoy y Hermione Granger, quienes cambiaron el pasado. El tiempo, se los proporcioné yo... Ellos hicieron el resto."

Volvió a humedecer la pluma mientras al final de la primera hoja escribía:

"William de Castilla."

"Y la magia comienza una fría noche de junio mientras una chica entraba en la biblioteca..."

Hermione ingresó en la biblioteca y cerró la puerta tras de sí sin producir el más mínimo sonido. Respiró sintiendo cómo su corazón latía a velocidades inigualables; tenía terror a ser encontrada a tales horas de la noche por Peeves, o peor aún, por Filch. Siendo Perfecta aquello sería imperdonable, y peor aún, estando a solo meses de graduarse. Una voz fría la sacó de sus temores imaginarios.

- Por fin decidiste aparecer.- dijo la voz entre las sombras de una biblioteca vacía y sin iluminación alguna más que la que penetraba por las ventanas. - No me gusta esperar.

Hermione solo necesitaba escuchar aquel tono frío para sentir rabia e ira correr por sus venas. Pronto una silueta se dejó ver de entre las sombras, y un chico alto, de cabellos rubios y ojos grisáceos apareció ante sus ojos. Su despectiva mirada se había fijado en ella.

- No me interesa lo que te guste o no Malfoy.- respondió la castaña mientras caminaba hacia la mesa del fondo de la biblioteca, pasando estanterías completamente llenas de libros. Pudo sentir la mirada del rubio seguirla todo el camino. Y tuvo miedo, sí, tuvo miedo de ser humillada como tantas otras veces; pero no lo demostró.

Hermione sacó los libros necesarios de las estanterías sin necesidad de buscar, era como si supiera dónde estaba cada uno de ellos. Draco se sentó sobre la mesa y encendió una vela que sería suficiente como para que pudieran leer. No soportaba tener que estar ahí, con ella. El solo hecho de su existencia le fastidiaba enormemente. Su inferioridad lograba enfermarlo hasta puntos exagerados. Era imposible resistirse a humillarla, no siendo lo que era. Ahí estaba, ordenando los libros por orden alfabético como un insoportable ratón de biblioteca, ocultando su figura ya de por si nada atractiva con una larga falda y una blusa completamente abotonada.

Estaban ya en séptimo curso y no quedaban más que nueve meses para graduarse. El trabajo se les había asignado dos semanas atrás y no se habían reunido por el simple repudio mutuo que ambos se manifestaban. Ni él ni ella se acercaron el uno al otro a decidir cómo harían el trabajo, simplemente lo olvidaron, como se hace usualmente con todo lo que perturba. Pronto llegó la hora de presentarlo, y perder el año no les convenía.

- ¿Qué tal si haces algo más que estar ahí mirándome?- dijo Hermione dejando el último libro sobre la mesa. - O ¿es que es muy difícil para un Malfoy usar el cerebro?

Draco fijó sus ojos centelleantes en los marrones brillantes de la castaña ¿Cómo se atrevía a hablarle siendo tan por debajo de él?

- Lo que es difícil para un Malfoy, es tener que soportar la presencia de una asquerosa sangre sucia...

Ante la rudeza de las palabras pronunciadas, y tal vez, ante el estado de ánimo intenso que caracterizaba a la castaña en aquellos momentos, nada fue más preciso que lanzar un golpe que cayó sobre la cara de su enemigo.

Draco saltó de la mesa y se sostuvo el rostro con ambas manos. Al principio, Hermione no había notado el hecho de que estaba sola, completamente sola con un Slytherin que no tendría la menor piedad tratándose de ella. Había llegado demasiado lejos, y lo comprobó cuando sus ojos se chocaron con los grises llenos de odio desbordante del rubio. Ya antes se había atrevido a golpearlo, y por estar acompañada había salido viva para contarlo; aquello estaba a punto de cambiar.

Draco caminó hacia ella, y sin darle la menor oportunidad de correr la tomó por su cabello castaño ondulado acercando su rostro al de él, lo suficiente como para que pudiera observar su destino en la pupila de sus ojos grises. Hermione soltó un quejido de dolor, pero lo ahogó con el temor de ser encontrada por Peeves. El rubio haló más de su cabello apretándolo aún más y ejerciendo fuerza sobre ella. La castaña mordió su labio tratando de no producir mucho ruido y con ambas manos trataba de soltarse. Pronto, al sentir la varita de Draco clavándose en su cuello, desistió de la absurda idea.

- Vas a aprender a respetarme, Granger.- dijo sin soltarla ni un segundo y con un tono tranquilo, lo que anticipaba cosas malas. - Para ello, me temo que tendré que castigarte.

El corazón de Hermione latía velozmente mientras su respiración se volvía entre cortada. Draco pudo ver cómo su pecho elevaba y cedía ante cada inhalación y exhalación.

- ¿Vas a lastimarme?

- Sí.

- ¿Vas a matarme?- preguntó una vez más y con un tono algo desafiante. Él odiaba cuando hacía eso.

- Aún no lo decido.- dijo sonriendo. - es por eso, que una impura no debe meterse con un futuro mortifago... ¿Ahora lo comprendes?

De un tirón la arrastró pasando estanterías y mesas mientras que ella forcejeaba y trataba de no gritar de dolor. Se resistía a caminar por donde él la llevaba, pero aquello no servía de nada; Draco era más fuerte y la arrastraba con facilidad. Pasaron unos cuantos estantes de la biblioteca y pararon frente a la Sección Prohibida.

- Ya lo decidí. Mejor espero a salir de Hogwarts para matarte, y créeme, no usaré magia; lo haré con mis propias manos - dijo Draco abriendo la puerta de la sección prohibida. - Por ahora, solo te dejaré aquí. Ya veremos qué explicación darás por la mañana cuando te encuentren...

- ¡Diré que fuiste tú quien me encerró!

- Es tu palabra sangre sucia contra la mía- dijo Draco mientras abría la puerta.

El lugar estaba oscuro, iluminado por la leve luz de unas antorchas. El rubio lanzó a Hermione hacia adentro haciendo que ella tropezara y cayera en el frío suelo.

- Buenas noches, Granger.- dijo Draco, pero justo cuando pretendía irse, la gran puerta de la sección prohibida se cerró, dejándolos a ambos adentro.

Era como si el destino lo hubiera planeado desde siempre. Tenían que ser ellos, nadie más que ellos los que me encontraran..."

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