Capítulo 37: Ami me importa ella

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Nadie se atrevía a pronunciar la palabra temida que acudía a sus mentes en aquel preciso instante.
Sara Toscanini descendió en la escoba con gran agilidad mientras sus amigas la vitoreaban durante la práctica. Miró al cielo y el sol golpeó su rostro con fuerza. Sus ojos verdes brillaron más que nunca ante el gran día que asomaba aquella mañana. Sí, en Bristol no tiene días como en los de Londres. Cuando le informaron que iría durante una semana a Hogwarts para un partido de Quittich no pudo evitar sentirse aliviada. Se estaba cansando de las constantes visitas de su madre y aquel fue una espectacular salida al agobiante asunto.

- ¡Sara! Hacemos el giro doble o el triple.

¿Qué no pueden hacer nada por ellas mismas? pensó mientras entornaba los ojos.

- Si fueron un poco más capaces les diría que intentaran hacer el triple, pero como sé el nivel que todas manejan en este equipo solo les pediré el doble.- dijo hastiada de todas aquellos "inútiles" seres inferiores.

Sí, Sara era una joven engreída y consentida; hija de una embajadora inglesa y un senador italiano. Pertenecía al estrato social superior y por ello, lo había tenido absolutamente todo en la vida. Aquella situación económica en conjunto con su belleza insuperable y su dominante carácter la había convertido en un ser egocéntrico y manipulador. Creía, casi acertadamente, que el mundo giraba alrededor de ella; tal vez así había sido.

Pero aquello cambiaría para siempre durante su estancia en Hogwarts.

Sus ojos verdes recorrieron en campo desde el cielo y se detuvieron sobre la figura de un alto rubio que caminaba por las gradas. Su vestimenta, verde y su aspecto seco y frívolo le indicó de inmediato que se trataba de un Slytherin. Ya había oído hablar sobre las serpientes de Hogwarts. Todos los repudiaban, especialmente los Gryffindors. Durante el desayuno, algunas insignificantes Gryffindorianas tenían pestes de la casa verde y ella se había mantenido atenta a cada palabra, mas no se encontró de acuerdo con ellas. En todo Hogwarts, los únicos que parecían tener su mismo nivel social eran los Slytherins, y tal vez por eso se molestó tanto cuando el sombrero seleccionador la colocó en la mesa de los leones. Estúpido e inservible artefacto, pensó. Mas aquel no era momento para enojarse, prefería hundirse en aquellos ojos grises centelleantes que cruzaban el campo. Era perfecto, simplemente ideal. Su belleza era angelical ya la vez demoniaca, insensible y fuerte. Parecía desprender un embriagador aire masculino que la atrajo de inmediato; nunca la había pasado aquello con ningún otro hombre, todos le parecían demasiado poco para ella, seres inferiores. Sin embargo, aquel frío rubio era todo menos inferior. Ahora que lo observaba, podía notar cómo él ni siquiera notaba su presencia. Se sintió insultada Cómo podía ser que ella, siendo una veela tan llamativamente hermosa, no cautivara la mirada de aquel Slytherin? Sí, desde su llegada había sido el centro de atención de todos los hombres y hasta de mujeres envidiosas; pero aquel ángel caído la ignoraba descaradamente, como si no fue nadie importante.

- Sostén la varita con fuerza.- dijo Vicktor mostrándole cómo a Hermione.
La castaña la colocó correctamente en su mano derecha. Sus ojos marrones estaban fijos en cada paso que daba el moreno.

- No.- dijo él.- Es con la mano izquierda.

Hermione lo miró confundida.

- No soy zurda.- afirmó ella.

- Lo sé, pero la marca tenebrosa siempre debe hacerse con la mano izquierda. Es donde reside el mayor poder oscuro de un mago.

La Gryffindoriana tomó aire y trató de concentrar todos sus sentidos en las enseñanzas que Vicktor le impartía. Crear una réplica a la marca tenebrosa sería un trabajo mucho más que difícil, pero era algo que debería que conseguir. Conocía bien sus limitaciones, todo lo que le impedía tener tal nivel de poder oscuro: su falta de y su sangre mezclada eran grandes impedimentos. Mas Hermione Granger era una mujer decidida, y una vez que tomaba algo como realizable, persistía en ello hasta conseguirlo. Krum lo sabía, por eso estaba allí, brindándole su tiempo y todos sus conocimientos.

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