Capítulo 29: Vanidad

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- Ve a su habitación.

Hermione fijó sus ojos en él confundida.

- ¿Qué?

- Entra a la sala común Slytherin y ve a su habitación. Hazlo el lunes, en la tarde.

La castaña quiso preguntarle el por qué de todo aquello más no pudo, el holograma desapareció introduciéndose en las páginas del libro.

Respiró profundamente y tomó el papel del suelo metiéndolo en su bolsillo; algún día le serviría para hundirlo. Lágrimas corrieron por sus mejillas. Se detestó por no poder contenerlas ¿Cómo había llegado hasta aquel patético punto? Se sintió agonizar lentamente por dentro. Todo, completamente todo en su interior se había roto desde la noche en el cual lo vio convertirse en uno de ellos. Por un breve instante sintió que era importante cuando estaba entre sus brazos, cuando él la tomaba con fuerza y ​​la hacía suya siempre la hacía sentir relevante. Todo fue una mentira, una gran y asquerosa mentira. Probablemente hacía lo mismo con todas, y ella siendo la idiota de siempre había caído. Quería gritar, golpearlo hasta la muerte y luego escupir en su rostro. Por primera vez en su vida deseó con toda su alma tener las agallas para matar a alguien, solo así hubiera podido deshacerse de él para siempre. Era como una peste que se propagaba por todos sus sentidos y no la dejaban respirar ¿Hasta cuándo¿Hasta cuándo debería soportar que tanta agonía?

Ginny aplaudió con fuerza mientras todos elevaban sus copas en el aire. La Sociedad de los Poetas de Babel festejaba la navidad en la madrugada. Todos sonreían mientras festejaban. Música clásica en el fondo del escenario le daba vida al lugar en donde los más talentosos escritores de Hogwarts pasaban una velada memorable. La pelirroja miró a Paul quien caminó hacia ella alejándose de un grupo de amigos.
- Vas a recitar tú esta noche.- dijo él sonriente.

- Qué! - dijo ella casi atragantándose con la bebida. - No tengo mi carpeta aquí.

- Debes saberte alguno de tus poemas.- insistió él.

- Sí pero ...

- Pero nada. Lo han decidido todos. No tienes otra opción.

Ginny rió sarcásticamente.

- Claro que tengo opción, no pueden obligarme.

Paul la miró sin retirar su media sonrisa.

- Haz lo que quieras. Pero no te quejes después de que los poetas se quejan de tu actitud. Ya va siendo hora que sepas que aquí todos, sin excepción, son bastante críticos.

Ginny miró a su alrededor y supo que lo que Paul decía era cierto. Humedeció sus labios y miró con ojos brillantes al Ravenclaw.

- Está bien, lo haré.- dijo ella sonriendo peligrosamente. - Pero tú me acompañarás a donde yo quiera cuando la reunión termine.

Paul quedó algo desconcertado ante la petición.

- Y a dónde iremos.

- Ya lo verás.- dijo ella mientras caminaba hacia algunas chicas que discutían junto a las velas flotantes del lugar.

El chico contuvo la respiración por varios segundos. Lo conocía lo suficiente como para saber que nunca nadie lograría conocerla realmente. Era un enorme misterio lo que cruzaba por la mente de aquella exuberante pelirroja. Hacía y deshacía, decía y luego contradecía; un día era algo, y el otro era un ser totalmente opuesto. Ginny tenía una mezcla explosiva de emociones, lo cual resultaba algo peligroso. Paul jamás había conocido a una mujer que sintiera tan intensamente como ella. En ocasiones, hasta tenía algo de temor por ella; sentir con la fuerza con que ella lo hacía podía resultar destructivo, y él lo sabía más que nadie. Sin embargo¿No era su propio reflejo el que estaba observando al ver a Ginny? La misma desesperación y frustración que ella poseía él la cargaba a cuestas.

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