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Sentí el poder en mi interior y solamente lo dejé ir. Las cadenas que ya hace demasiado tiempo aprisionaban mis muñecas se rompieron en pedazos. La pequeña y mugrosa celda en la que me han tenido encerrada durante siete años se abre con un ruido estrepitoso. Sé que van a venir por mi, por eso apenas siento que estoy libre murmuró un hechizo antes de desvanecerme en el aire. Vuelvo a aparecer segundos más tarde en el bosque. Mis fuerzas son pocas, pero el aire fresco del bosque y esa libertad que recuperé después de tantos años, hacen que no me detenga. Tengo que encontrar la espada y protegerla a toda costa. He vivido lo suficiente para saber que solo puede traer desgracias al mundo en las manos equivocadas.

Camino con paso algo torpe por el bosque, buscando un riachuelo o algo de donde pueda sacar agua y algo de comer. Las heridas de mi espalda por las recientes torturas de esos inhumanos rojos raspan con la tela esos arapos sucios que alguna vez fue mi mejor vestido. Necesito algo de comer con urgencia, para intentar volver a ser yo. No quería morir en esa prisión, no les di el gusto de verme demacrada. Tal vez debí hacerlo, pero sentía que toda mi vida hubiera sido en vano si me rendía ese día. Aparto los torturosos pensamientos de ese día, no me servía de nada recordarlo.

No tardé demasiado en encontrar un pequeño riachuelo. Lo primero que hice fue tomar agua, ese preciado líquido que no había tenido oportunidad de probar en semanas. Sentí como recomponía mi garganta seca que no aguantaba ni un grito más o se iba a romper al igual que mi alma. Una vez saciada mi sed, me lavé la cara lo mejor que pude, sintiendo que las costras de mugre poco a poco iban abandonando mi piel junto a los restos de sangre seca. El contacto con el agua me revivió y me dio la fuerza que necesitaba para volver a usar mi magia. 

Esa cosa que me condenó. Esa parte de mi que el mundo odia. Es mía y de nadie más y la amo tal como alguien ama a su madre. Es lo único que siempre he tenido y lo que siempre me ha lastimado. No la odio, odio a las personas que son incapaces de comprenderla y por eso le temen, le persiguen y le asesinan. Los odio porque nos condenan sin haber hecho nada. Pienso que una espada se puede comparar con la magia. Tienes tu espada, aprendes a empuñarla, la dominas hasta que seas el mejor y después la usas, tu decides si para ayudar al necesitado o para matar a los inocentes. La magia es igual, pero no puedes decidir si tenerla o no, naces con ella, es parte de ti.

Enciendo una pequeña fogata para calentar mi alimento. Un pequeño pescado que iba despistado por ahí. La pequeña llama baila al ritmo del viento, alumbrando la oscuridad del anochecer. La luna empieza a salir. Es luna llena, mi favorita. Su luz me alumbra y empieza llenarme de toda la vitalidad que creía perdida. Revive a la Phoebe que murió hace siete años. Revive la magia en mi interior. Cura las heridas y me da un nuevo inicio.

— Gracias Madre.

Agradezco, viendo la luna. Mi madre, la que me acompaña todas las noches. Me acompaña en la oscuridad, cuando creo estar perdida, la que me sigue a todas partes. La que me recuerda que no estoy sola. 

Uso mi magia otra vez, para cambiar mis ropas a unas más decentes. Una túnica gris, corta y sencilla ceñida a la cintura, unos mallones negros y unas botas negras. Con un gesto de la mano apago el fuego y me llevo dos dedos de la otra mano a la boca. El chiflido sale sin complicaciones y a los poco minutos mi fiel corcel negro esta ahí.

— Tanto tiempo sin verte Nightmare.

Mi caballo relinchó, pegando su cabeza a la mía. Me separé de él para montarme en su lomo. Tomé mi espada que estaba enfundada en la silla de montar y me la colgué en mi cintura.

— Vamos a encontrar esa espada maldita.

Empezó a cabalgar.

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Bruja de Luna  ⭐The Weeping Monk ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora