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Phoebe

— Tengo los papeles — me informó Nimue, extendiéndome un bonche de papeles doblados.

Me dio los papeles que tenía guardados en un manga de su atuendo. Me vi a mi misma, aún vestida de monja y no lo pensé ni un segundo antes de regresarnos a nuestras ropas normales. Tomé los papeles que me dio Nimue. Apenas les di una hojeada a los mapas, que seguían tal y como los recordaba, antes de murmurar un hechizo que hizo que los papeles se empezaran a quemar. Los sostuve un buen tiempo, viendo como el fuego los consumía.

— ¿¡Por qué hiciste eso?! — preguntó Nimue exaltada. 

Cuando el fuego estaba por llegar a mis dedos, ya habiendo consumido casi por completo el papel, lo tiré al agua. 

— No me sirven, conozco las aldeas inefables como la palma de mi mano — expliqué con simpleza. — Quería saber las aldeas que aún estaban en pie para poder ir a ayudar.

La tristeza era parte de mi desde antes de que me atraparan, desde antes de que mataran a todos mis amigos, esos a los que consideraba mi familia. La tristeza era parte de mi desde que él dejó de ser el mismo. Desde que esas pesadillas empezaron. Y algo que ayudaba a disminuir la tristeza era ayudar a los míos. Saber que no he fallado del todo, que todavía había gente que podía salvar, personas a las que podía ayudar.

Nimue me vio con compasión, seguramente notando la tristeza en mi voz.

—¿Duele mucho?

Sonreí con amargura.

— Solo cuando lo pienso de más — lo dije con simpleza, porque algo tan simple como ver atrás es lo que me está causando tanta tristeza. — Lamentablemente tuve mucho tiempo libre.

— No sé bien que fue lo que pasó, pero... por los dioses, eres Phoebe, la Bruja de Luna, la más grande hechicera de todos los tiempos — dijo con admiración. — Lo que te pasó suena horrible, pero sigues aquí, luchando, no te rendiste... y esa fuerza es admirable.

La vi pensativa. Yo no era fuerte. Fui fuerte, pero todo eso quedó perdido. Aún así, le dediqué una sonrisa suave.

— Tu tampoco te quedas atrás Nimue, creo que podemos aprender mucho la una de la otra.

Me sonrió amablemente y yo no quise ensuciar su buena actitud con mis demonios. No quería derrumbarme, no por él. Quería seguir adelante y ayudar a mi pueblo. Tenía que dejar el pasado en el pasado, pero ¿cómo lo hago si sigo sintiendo cosas por él?

Nuestro camino por el río se volvió más animado y, aunque sabía que mi pasado iba a seguir atormentándome, sentí una pequeña paz que no había sentido en mucho tiempo. Tal vez necesitaba una amiga.

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El Monje que Llora

Poco después de la partida de Phoebe, llegó una monja con un pequeño golpe en la cabeza. Me dijo que una bruja la había atacado antes de desaparecer. Algo en ella hacía difícil que creyera su historia, pero su gesto lleno de terror hizo que dejara de importarme. 

— ¿Qué les paso? — preguntó la chica con asombro y terror.

— Los hechizó para que durmieran, en un rato han de despertar —le expliqué sin mucho interés.

— ¿Por qué estás despierto? — preguntó ahora más curiosa.

La pregunta me tomó desprevenido. Pero ya tenía mi respuesta ensayada desde mucho antes.

— Desperté apenas.

La chica no preguntó nada más. Unos minutos después, los demás se empezaron a despertar. Las monjas estaban confundidas, pero el padre Carden, apenas cruzó su mirada conmigo ya supo que había pasado. Salió encolerizado del granero y yo salí tras de él. Caminó por un buen tiempo y cuando estábamos solos se volteó verme. No tuve tiempo de nada, antes de que me diera una bofetada. Me agarré la mandíbula adolorido. 

Bruja de Luna  ⭐The Weeping Monk ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora