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El Monje que Llora

Íbamos a atraparlos a todos. Ya no iba a haber ningún error. Lo que pasó en el molino dejó muchos muertos, recordaba que me había contado la historia de ese humo, pero nunca creí que lo usaría. No le gustaba matar a las personas, pocas veces le vi terminar con la vida de alguien y siempre le arrebataba el sueño por unos días. Creo que no le quedó más opción y prefirió no verlos morir bajo su espada y eso se lo agradecía. No podía soportar la idea de enfrentarla para ganarle y capturarla, entre más tiempo lo retrase mejor. No es bueno que siga postergándolo, el padre Carden no es tan tonto, pero habiendo encontrando el refugio de los inefables lo va a tranquilizar por un par de días.

Las hojas estaban manchadas de sangre, marcando un camino que llevaba a donde los inefables escaparon. Dudo que Phoebe hubiera ordenado que los llevaran a un lugar diferente al dichoso refugio, por lo que era seguro que los íbamos a encontrar.

— Ve a decirle a Carden que encontré el refugio y trae a más — ordené a uno de los paladines que estaban a mi lado.

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Phoebe

Llegó el ave. Pero no solo eso, llegó con una carta. La Alas de Luna me la entregó antes de que fuera a la reunión que había con los jefes y seguía guardada en mi bolsillo. Moría por abrirla, pero a la vez me aterraba ver su contenido. Apenas y estaba prestando atención a la junta, fue hasta que Nimue habló que regresé del viaje por mis pensamientos.

— Phoebe puede aparecer comida — dijo.

— ¿Qué? — pregunté perpleja.

Esa noche, después de las alabanzas y su proclamación como la Reina Inefable algo había cambiado en ella. Ya no pedía las cosas, las exigía.

— Eres poderosa, puedes darles comida — dijo con simpleza, queriendo dar por terminado el tema.

— Suena muy fácil, pero no lo es — repliqué.

No tenía problema en hacerlo, pero realmente eran muchos y no era fácil hacerlo. Nunca estuve acostumbrada a hacerlo en gran cantidad, solo de repente y una cantidad muy pequeña. La primera y última vez que intenté hacerlo en gran cantidad no logré crear ni la mitad de la cantidad que quería y mi magia estuvo bloqueada por unos cuantos días. En otras circunstancias me habría arriesgado a hacerlo, pero en este momento estamos en guerra. Nunca he sido dependiente de mi magia, puedo cuidarme sin ella, pero no estoy segura de poder hacerlo con los demás.

— ¿Qué? ¿No quieres ayudar a los inefables? — replicó Nimue bruscamente.

Apreté los labios, cerrando los ojos para intentar no perder la compostura.

— Si los quiero ayudar, pero ese hechizo no es tan simple — expliqué, intentando mantener un tono tranquilo. — No puedo crear comida suficiente para todos.

— Lo haces varias veces y listo — dijo Nimue con simpleza.

Estaba perdiendo la paciencia y los líderes y Gawain lo sabían.

— Después de hacerlo mi magia se bloquea, no puedo usarla hasta después de unos días — mascullé entre dientes. — No sé que planeen los paladines pero no quiero quedarme sin magia en estos momentos.

Tuvimos un duelo de miradas, en el que me negaba a ser la primera en retirar la mirada. Podría ser la reina, pero a mi nadie me daba ordenes. Nunca he tenido problema en ayudar a quienes me lo piden, pero no iba a aceptar una orden así.

— Soy la reina, se hace lo que yo digo — reclamó Nimue con seriedad.

— Los buenos reyes no son los que saben dar órdenes y ya, si no los que buscan soluciones viables para los problemas — aclaré al borde de mi paciencia. — Si tan poderosa es su majestad, hágalo usted.

Bruja de Luna  ⭐The Weeping Monk ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora