9:39

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El bus arranca. Unos 20 pasajeros contándome a mí mismo vamos en él.
En el asiento de al lado, una chica mira su móvil con cara de enfado. No parece su mejor día. Dos pasajeros más están cerca mía, de pie. Uno está escuchando música. El otro, lleva una bolsa de escalada, de estás grandes en las que cabe de todo, y tiene cara pensativa, algo serio está pensando parece.
Miro la hora. 9:40. Buena hora para desayunar supongo. Pero yo no estoy desayunando, yo estoy en éste condenado bus.
El hombre de la bolsa la abre. Saca un arma. "ARRIBA LAS MANOS" pienso que dirá. Pero no. Saca el arma y deja que entre  los pasajeros cunda el pánico. La chica de mi lado intenta salir del bus a codazos, mientras que el chico de la música cae al tropezarse con otro pasajero, y su cuello da contra el borde del asiento, con un sonoro "CRACK". El autobusero frena de golpe al ver todo éste caos. Varias personas caen al suelo, y tres pasajeros del fondo tropiezan con los pasajeros caídos, aplastándose unos a otros.
La mala suerte al parecer quiso que parásemos en un cruce de carreteras. Un coche inusualmente rápido no frena a tiempo y choca contra el lateral del bus contrario a mí, explotando. Los cristales salen despedidos en todas direcciones, también hacia los pasajeros del bus. Sumando ésto a la explosión y el fuego, el propio bus no tardará en explotar...

Despierto. Una pesadilla, me digo a mí mismo. Miro la hora: efectivamente, me he quedado dormido. Así que, sin desayunar, me voy a corriendo a la parada del bus. Llega, y observo la hora. 9:39. ¿Qué podría salir mal?

MicrorrelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora