Padres

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En mi casa, la privacidad, es algo que brilla por su ausencia. Todos quieren ver lo que haces o dejas de hacer, y ésto ha llevado a mis padres a obligarme a tener la puerta abierta, para ver lo que hago.
He aprendido, poco a poco y con mucho cuidado, ha esquivar silenciosamente sus miradas inquisitivas, repletas de falsa curiosidad y verdadero placer en espiar.
Poco a poco, he aprendido. Y mi oído se afina cada vez más.
Sé cuándo vienen. Sé cuándo se van. Sé cuándo fingen irse y cuando fingen no haber vuelto.
Yo mientras hago mis deberes, la tarea de la escuela o cómo le llamen. Y cuando estoy completamente seguro de que no me ven, leo historias. ¿Conoces el truco en el ordenador, ese que combinando unos botones cambias de página? Hago eso. Si me ven, la pantalla del ordenador está con deberes. Si no me ven, cambio a las historias.
Ahora, estoy haciendo deberes. Mi madre está en la habitación de al lado, moviendo cosas. Podría leer, pero no lo haré. Muy fácil sería. Así que escucho atentamente, y oigo los finos pasos de mi padre deslizándose por el pasillo, pasando por la puerta de mi habitación.
Muy predecible. Vuelvo a los ejercicios de matemáticas, y sigo atento al movimiento de mis padres. Mi madre deja de mover cosas, y camina pesadamente (su manera de caminar favorita) por el pasillo, alejándose supuestamente. Afino el oído, y no escucho pasos de mi padre. Así que leo un poco, una historia sobre un chico durmiendo que despierta y comprueba su habitación. Cambio a los deberes, pues escucho a mi padre deslizarse rápidamente por el pasillo, siseando alguna canción sin ritmo. Mi madre camina también por el pasillo. Amago de que se va. Amago de que ya se ha ido. Pero se queda quieta, detrás mía. Ha entrado. Algo he hecho mal. Y mientras una lágrima recorre mis mejillas, escucho como mi madre, arañando las paredes, rabiosa, se aleja, enfadada de no conseguir lo que quería.
Sé que lo hacen porque se preocupan por mí. Pero de verdad, de verdad; que no pienso girarme.
Hace mucho que afiné mi oído lo suficiente como para saber que "eso" no son mis padres.

MicrorrelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora