Estatuas.

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Miércoles.

No sé ni por qué escribo ésto. Creo que me puede el espíritu novelesco de terror de escribir un diario de mi vida y mis experiencias.
Desde hace unos meses me he dedicado a explorar lugares abandonados, y supongo que está bien anotar de vez en cuando qué me pasa.

Jueves.

Hoy iré a una iglesia abandonada. Intentaré ser cuidadoso, no quiero que ningún cura enfadado me eche a patadas.

He llegado. Por cierto, olvidé decir que escribo ésto en mi ordenador y en mi móvil. (Ahora mismo en móvil).

Hay una puerta de madera... Creo que podré abrirla. Sí, he podido. Vaya... Aquí dentro hay columnas hermosas. Deben de ser de la época romana o algo así.

Vale, después de un rato de investigación, he visto un par de esculturas a la izquierda. No sé porqué solo están en ese lado, pero bueno.
Hay un sótano, creo que voy a bajar.

Vale, aquí hay algo.

Algo bueno, puede. Creo que es algo satánico o una mierda de esas. Pero voy a leerlo. Es un libro, está encima de un atril encadenado.

Nada. Revisé las esculturas de la derecha por si acaso, pero nada interesante.

Viernes.

Vale.
Vale. Me he tenido que confundir. No pasa nada. Seguro que cuando escribí "las esculturas de la derecha", me confundí, nada más. De cualquier modo, tampoco me acuerdo de mucho después de bajar al sótano. Por lo visto, leí un libro o algo así.

He estado investigando un poco en internet, y las esculturas no parecen de ningún siglo importante. Ni romanas, ni griegas, ni egipcias. Parece algo hecho aposta. Tal vez un encargo especial o algo.

Lunes.

Vale, siento no haber escrito mucho últimamente, pero creo que algo está mal. ¿Sabes cuándo sientes que algo no puede ser así, que no debe ser así, pero resulta que así es? Bueno. No recuerdo haber visto ninguna estatua en la iglesia.

Martes.

Voy a investigar la iglesia de nuevo.

El portalón está cerrado, de nuevo. Juraría haberlo dejado abierto...

Hay... Hay nuevas esculturas. Son... Perros. Juraría que no había dicho nada acerca de perros. Voy a investigar.

Vale. Vale. Necesito un momento. Sé que vosotros no lo habéis visto, pero ya es de noche. Estoy escondido en el sótano. Los... Los perros. Los perros se movieron. No me entiendas mal, no es que estuvieran vivos y yo los confundiera, no. Me acerqué. Vi sus ojos pintados con acrílico verde azulado. Vi sus colas semi talladas, casi lisas. Y justo cuando iba a girarme, ellos se giraron primero. No pasó nada. No hicieron nada. Simplemente se giraron, mirándome. Mirándome directamente. Salí corriendo, y me escondí detrás de una columna.

Perdón, me pareció oír algo. El caso es, que me escondí detrás de una columna. Y los oí. Oí como bajaban del pedestal y caminaban a pasos pesados, hacia donde yo estaba. Y oí como crujía la piedra al frotar sus hocicos contra el suelo, "oliendo". Lancé una piedra lejos y fueron corriendo hacia allí, mientras yo me escondía aquí. No sé qué mierda está pasando.

Miércoles.

Salí. Los perros no estaban, aparentemente. Dejé el portalón abierto. No me paré a cerrarlo. Para ser sincero, corrí como una niñita asustada en cuanto vi que los perros no estaban.

Me tomaré un descanso, así que dejaré esto desatendido.

Sábado.

Me he mudado. No podía seguir allí. No después de lo que pasó.
El viernes me levanté, y vi mi ventana abierta. Y a los pies de mi cama, había un pequeño cupido, tallado en bronce, con su flecha apuntando a mí. Estaba quieto, por suerte. Pero igualmente grité del susto, lo metí dentro de un baúl, y después de recoger mis cosas en una maleta, salí de allí corriendo.
Esperar, están raspando mi puerta.

OH MIER-

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