CAPÍTULO 4

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

Ese día sin razón alguna despertó en una de las torres del castillo y que por desgracia la habitación era aun más pequeña que su celda de siempre.
Se levantó del frío suelo y se miró sus brazos, llenos de puntos donde colocaban los catéteres para tomar de su sangre, tenía por lo menos diez o doce puntos en cada brazo desde el codo hasta los dedos.
Camino hasta llegar a un pequeño hueco en una esquina del cuarto entre el techo y la pared, suerte que pudo alcanzarlo pues cabía perfectamente todo su brazo y casi su cabeza. Al mirar hacia abajo, había un gran árbol de tal vez quince metros de altura de largar ramas secas, tanto que incluso pudo tocar algunas con sus dedos una de estas. También pudo observar lo alto que era la torre donde estaba, el cielo gris y las aves en libertad surcando los cielos.
Sonrió al sentir un poco de los rayos del sol que habían salido por unos breves minutos, en mucho tiempo no había sentido tanta felicidad por algo tan simple como el sol.
Cuando el sol fue cubierto por las nubes de nuevo se sentó en el suelo, con los ojos cerrados, tratando de recordar los sucesos de aquel día.

Esos hombres la habían alejado de sus padres aquella mañana de primavera. Aquella niña, tenía un gran poder de curación en su sangre, que al compartirla con otras personas estas se recuperaban de cualquier cosa, enfermedad o heridas, no importaba que.
Pese a solo tener ocho años sabia manejar bien su poder por naturaleza, amaba profundamente a su aldea y familia con todo su pequeño corazón, tanto que prefirió irse con ellos antes que asesinaran a todos bajo la amenaza de aquel hombre hechicero.
Habían llegado a la isla dos días después, donde unos minutos mas tarde se encontraría con la mirada pérdida en el regazo de Erina. La rubia le acariciaba el cabello de adelante hacia atrás con una débil sonrisa, la consolaba, pues a partir de ese día viviría ahí por muchos años o incluso para siempre. Pensó que aquella mujer la necesitaba, vio luz y bondad en sus bellos ojos azules, incluso su esposo había sido amable desde un principio.

— Se que esto debe ser difícil para ti. — dijo Erina desde la cama con la cabeza de la niña recostada en sus piernas, la pequeña lloraba en silencio —. Pero en estos momentos, mi esposo y yo te necesitamos ¿nos ayudarás verdad?.

— Si señora. — por fin la pequeña niña había hablado en esos días lejos de casa.

Al ser una niña había cosas que no entendía, ser separada de sus padres a tan temprana edad nunca fue fácil incluso después de años. Aquella niña, siempre llevaba un largo camisón blanco, de largo cabello castaño y pequeños ojos marrón oscuro.
Los primeros dos meses todo había sido normal, pero aquellas actitudes y acciones de ambos la hicieron sentir en el mismo infierno, todos los días era sometida a dolorosos tratamientos y dar su sangre sin parar a la mujer de largo cabello rubio, siendo encerrada en las mazmorras todos los días para evitar que se escapara.
Lo peor fue cuando el poderoso ejército de Vanger llegaba de las largas guerras, trayendo las conquistas de nuevos territorios, fue testigo de la crueldad de lo que era capaz el rey de la gema azul y su amada esposa.
Cuando muchos de sus mejores guerreros eran heridos ella debía estar día y noche pasándoles de su sangre para sanarlos, no les importo que en innumerables ocasiones casi moría de tanto abuso.
Año tras año era lo mismo una y otra vez, aquel dolor no desaparecía por mas que intentará endurecer su corazón, simplemente no podía.
La castaña había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba encerrada y no solo se refería a su fría celda en las mazmorras, si no también a los duros muros del castillo de Vanger. Pero estaba segura que como mínimo habían sido diez inviernos, diez primaveras, diez años.
Era ya una joven de dieciocho años de edad que sólo buscaba ser libre, volver a la escuela o tener una vida como la de cualquier joven a su edad.

Hace tres años intento escapar de su celda en las mazmorras y del castillo, lo había logrado gracias a que ese día muchos habían salido de este, entre ellos Erina que había ido a una reunión importante.
Fue muy fácil ya que muchos estaban ocupados, pero ese sería el mayor error en su vida, no solamente no escapo del todo si no que también fue golpeada una y otra vez hasta casi morir, desde ese momento su seguridad se aumento al doble.

Sin embargo eso no sería así de nuevo, aunque sabía que iba a morir intentaría escapar de nuevo esa misma noche y esta vez usaría aquella habilidad que había descubierto hace unos meses y que sería el mejor momento para ponerla en práctica, se negaba a morir como una esclava en ese lugar.

— Que temprano es. — la voz de Vanger la había despertado de sus pensamientos —. Y tu ya estas despierta, ¿Puedes adivinar que día es hoy?.

— ¿Puede decirme, qué hago aquí?. — pregunto.

— Anoche pedí tu traslado hasta la torre, estabas tan dormida por los sedantes del día de ayer que no pudiste sentir nada — dijo mirando el triste rostro de la joven — . ¿Sabes que día es hoy?.

— Hoy regresan tus soldados. — respondió con su dulce voz, sonaba asustada también por lo que solo acarició sus lastimados brazos —. Me imagino que de nuevo comenzaremos con lo mismo.

— No, esta vez no. — aquello la hizo muy feliz —. Mis hombres regresaran intactos y Erina esta mejor que nunca, simplemente vine a ver como estabas.

— Como siempre. — respondió —. Estoy como siempre, desde hace diez años.

— ¿De verdad llevamos años con esto. — preguntó haciéndose el que no sabia —. Acaso has cumplido ya dieciocho años?.

— No estoy segura. — susurro —. Perdí la cuenta de los días, las semanas, los meses y los años.

— Esfuérzate mucho, depende de ti que Erina siempre este bien. — sonrió acariciando su mejilla a través de la celda —. Se buena niña, y quedate siempre aquí.

La castaña cerro los ojos con ligereza al sentir la cálida mano del mayor y asintiendo con la cabeza. Vanger se fue y _________ volvió a sentarse en el suelo.
Al caer la noche en pocas horas, una gran tormenta eléctrica azotó la isla como hace muchos años no lo hacía.
Y entonces puso a prueba aquello con lo había practicado con un simple palito de madera con el que jugaba en su celda. Y es que este, lo podía hacer más grande o más pequeño a su voluntad ya que su misma energía más no su sangre, se drenaba hasta un objeto, siempre y cuando fuera natural, eso funcionó en una rama pero desconocía si funcionaria en un árbol entero. Así que con ambas manos dreno aquella Luz en color magenta hasta las ramas como si les estuviera transmitiendo vida, y estás crecieron poco a poco hasta llegar a ella, rompiendo en el proceso aún más el agujero en el que ella había puesto el ojo anteriormente. Al entrar por completo su cuerpo, con las mismas ramas pudo llegar con sumo cuidado hasta la orilla de la marquesina hasta llegar a los muros, donde en un torpe salto logro aferrarse a una vieja barilla oxidada que corto la palma de su mano antes de caer, al dejarse caer al otro lado no contempló que eran tal vez cuatro metros de altura del muro, tanto quería escapar que le dio igual casi haberse roto una pierna y un brazo. La tormenta hacia bastante ruido y eso le ayudo a escapar sin detenerse hasta que el amanecer llegó.



























Está vez,es regalo dos capítulos. No olviden dar "🌟". Muchas gracias:).

❝𝐀𝐋𝐋𝐈𝐔𝐌 [𝐂𝐨𝐥𝐞𝐗𝐋𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚] (𝐍𝐢𝐧𝐣𝐚𝐠𝐨)❞ 𓇚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora