SIRACUSA, ITALIA
(Año incierto en el pasado)
Una enorme vivienda con altas puertas color habano, ventanas amplias y grandes escaleras en madera fina era la manera perfecta de describir a esta familia italiana. El estilo victoriano de su casa era contradictorio, ya que sus techos eran altos y en ellos se exponían obras creadas por los artistas más cotizados del país; eran casi piezas religiosas, cualquiera que entrase o saliese de esos grandes salones sabría quién es esa familia y de qué es capaz sólo por ese detalle.
La dualidad de ello era irónica porque a su vez esas piezas religiosas se sentían vacías o más bien insípidas por la falta de quién las admirase, sin embargo, la falta de gente no era el verdadero problema, porque a pocas habitaciones de esos salones solitarios parecía crearse un área de juegos donde corrían y chillaban un grupo contado de niños con edades similares entre sí.
Un juego simple, quién encontrara a los demás podía reclamar una golosina en la cocina, los niños se escondieron a lo largo de la vivienda emocionados por no ser hallados, es lógico pensar que un niño haría cualquier cosa por azúcar, solo que esa casa de esa familia italiana contaba con un secreto, secreto que ninguno de esos niños deseosos por azúcar debía saber ni notar, esa era la ley.
El mayor de los niños era a quien siempre se le asignaba contar, consideraba como una tarea importante entretenerlos a todos, por esa razón caminaba con sigilo entre los costosos muebles aterciopelados de una de las salas de su casa, lo hacía porque al igual que toda la servidumbre de su vivienda sabía el secreto que nadie debía saber y pretendía proteger a los demás de ello. Pero una de las niñas tenía planeado frustrar su plan, su temperamento era tan marcado a pesar de tener solo cuatro años, ya que tuvo la idea inocente de esconderse en un lugar más alejado que los demás niños, caminó por los pasillo medio encorvada como si se tratase de alguna huida secreta, vio unas puertas cerradas junto a unas largas escaleras de madera y saltó algunas veces para alcanzar el pomo, al hacerlo simplemente entró a esperar oír el bullicio de los niños para salir y ganar el azúcar.
Pasó un rato en el que permanecía en silencio, miraba a todas las direcciones sentada contra la puerta, contaba los números que se sabía en su mente esperando algún sonido. De golpe oyó algo y se levantó emocionada, corrió levemente la puerta solo para echar una mirada y al oír gemidos de dolor y risas solo pudo paralizarse, se encontró con un grupo de hombres vestidos de funeral; uno de ellos yacía en el suelo, estaba ensangrentado y lleno de golpes, a su vez una voz se sobrepuso sobre el bullicio y asumió que sería el malo que dirigía a todos los demás malos, acababa de entrar luciendo igual a los demás: como un matón.
La niña observaba en silencio lo que pasaba y no tenía reacción alguna, lo que era bastante extraño para su edad, ya que solo se preguntaba una cosa: por qué su tío estaba disfrazado de ladrón y estaba golpeando a otro señor que no podía hacer nada para defenderse.
Esa pregunta pudo desaparecer de su mente en cuanto una verdadera reacción la inundó, su tío empuñaba un revólver contra la cabeza del pobre señor que ella veía indefenso, solo y malherido.
Se quedó congelada viendo la escena, antes de poder mover un músculo de su pequeño cuerpo u oír sonido alguno, algo la jaló cubriéndole las orejas al tiempo que cerraba la puerta en un golpe violento y abrupto. La niña se alteró, pero no hubo nada peor que oír a la lejanía proyectiles detonarse seguido de celebraciones y gritos, sus ojos se cristalizaron y un sollozo se escapó entre su respiración agitada que era obstruida por la mano del mayor de los niños, quién la apretaba contra su cuerpo recostado a la puerta; de eso era exactamente de lo que debía proteger a los demás y no pudo hacerlo con ella.
—No, no, no llores... —Se apresuró a murmurar el joven.
La volteó para verla a la cara y poder tranquilizarla, le secó las lágrimas con partes de su ropa con tal frenética que la niña pudo observar sus facciones, incluso los peculiares ojos que tenía de un azul cielo intenso; lo observó confundida. Él la había salvado y por alguna razón ella estaba tranquila al verlo.
—No viste nada —Le hablaba tan detenidamente que dicha pequeña solo se quedó en silencio viéndole— será nuestro secreto ¿sí?
Ella no comprendió por qué debería ser un secreto lo que acababa de pasar y el chico en un intento desesperado de hacerla reaccionar la tomó con fuerza de los hombros forzándola a verle.
—Tienes que asentir porque si no, no podré confiar en ti —Le aclaró de nuevo asustándola un poco.
Aflojó su agarre formando una sonrisaamigable para hacerla mover la cabeza en aceptación, pero en vez de eso la niñahizo algo que no esperaba, le abrazó, envolvió su cabeza entre sus pequeñosbrazos confirmándole quizás que guardarían un secreto grande o que él llevaríauna culpa por haber permitido que ella viera lo sucedido. Cualquiera de lasopciones era posible, luego de ese día ambos cargarían con mucho del peso deguardar un secreto, pero de una mala experiencia habrá algo memorable quepreservar y está historia es una de ellas.
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SANGRE DE CENIZAS
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Sangre De Cenizas © [Resubiendo]
Misteri / ThrillerRochelle Rei es mi nombre, nací en Lisboa, Portugal y toda mi vida viví allí hasta mi adolescencia en donde algunas circunstancias ocasionaron que tuviera que emigrar al extranjero. Sin perseguir ningún sueño, en búsqueda de ninguna oportunidad, sol...