Casa

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Nana había tenido que ir ese a pie, era un camino bastante largo, así que vió a los autos por si alguno podía darle un aventón, cuando vió un auto acercarse, levantó la mano, el auto se detuvo y el chófer habló.

-¿A dónde, soldado?

-A Tsugaru.

-Puedo llevarte hasta el primer condado, sube.

Nana aceptó, por lo menos lo dejarían cerca.

-¿Qué hacías por estos rumbos? — preguntó curioso.

-Caminar.

-¿Caminar?

-...En las nubes — contestó.

-Jajaja, pues bienvenido a la tierra — rió el conductor por la broma del joven soldado y encaminó nuevamente su rumbo.

...

Mientras que en viñedo la nubes.

Maya estaba sentado frente a sus cultivos ya recolectados, quedaban solo los tallos y tendrían que esperar hasta la siguiente vendimia.

Él bebía y bebía para calmar todo aquello que sentía internamente.
Su hija de había burlado de él descaradamente, lo había engañado, traicionado, decepcionado, así que el trago era su única salida en aquel momento. Abatido se apoyó en el espaldar de su silla y se puso a ver los árboles enormes, o quizá a la nada.

Junna caminaba por ahí, de igual forma miraba a la nada, ya no podía hacer más, solo esperar a lo que sucediera después.

...

Nana se había quedado dormido y nuevamente tenía pesadillas.

Era el mismo escenario, aquel orfanato destruido. Pero repentinamente todo cambió, un pequeño niño de cabellos rubios y ojos verdes claros se acercó a él y lo jaló de la mano izquierda. Él no comprendía lo que pasaba, hasta que el niño lo llevó con Junna, quien sonrió al verlo.

El pequeño tomó la mano derecha de Junna también, ambos sonreían mirándose mientras el pequeño los llevaba a caminar por los viñedos. Pero los ruidos de disparos no cesaron, entonces una bomba cayó.

El rubio despertó asustado, recordó que estaba en un auto, aquel sueño regreso a su mente y no salía de su pensamiento, le hubiera gustado tener eso.

El chófer lo miró algo confuso, pero continuó silbado como distracción por el largo camino.

Al día siguiente llegó a su ciudad, el camino había sido más largo de lo que recordaba pero al fin iría a casa.

Entró al edificio tranquilo y en silencio.

Algo que llamó su atención al llegar fue ver unas cartas abiertas, así que dejó sus maletas causando un leve ruido.

-¿Quién anda ahí? — dijo Kaoruko sorprendida, pero aún no estaba presente.

-Soy Nana — se quitó su gorro militar y tomó una de esas cartas para verlo.

Un silencio se produjo por unos segundos. Kaoruko salió detrás de unas cortinas llevando puesto una bata.

-¿Las leíste? — preguntó confuso.

-Eeehh sí, Nana, yo...— no hallaba que decir en aquel momento.

-Kaoruko — dijo una voz diferente detrás de la cortina de donde salió Kaoruko.

Aquello fue una sorpresa, a lo que Nana frunció el ceño con intriga y molestia, se dirigió hacia la cortina para ver lo que sucedía, pero Kaoruko se lo impidió.

-Nana, Nana, escúchame, no va a funcionar para ninguno de los dos — dijo nerviosa tomándolo de los hombros — si hubiera leído tus cartas antes... — no hallaba que decir por la presión del momento — ...apenas y nos conocemos, queremos cosas diferentes en la vida...

-¿Quién es, Kaoruko? — la voz preguntó.

Nana se soltó del agarre y se dirigió hacia la cortina y la deslizó con fuerza.

-NI SIQUIERA ME GUSTAN LOS PERROS — dijo fuerte al momento en que el rubio descubrió la verdad.

Un hombre semidesnudo estaba ahí tomando sus ropas y se sorprendió al ser descubierto.

-No es lo que parece — dijo asustado cubriendo lo que pudo.

-¿Futaba? — Nana miró incrédulo a Kaoruko sin creer que era su jefe quien estaba ahí, quien lo explotaba y humillaba con una paga mísera.

-Nana, Nana, escúchame — dijo apenada por la situación tomando los brazos del rubio — lo que queremos es tan opuesto, jamás hubiera funcionado para mí — parecía una súplica para que no ocurriera algo grave — no nos conocemos — recalcó preocupada por su reacción.

Nana solo intentaba procesar aquello, había abandonado todo lo que soñaba por su matrimonio, pudo finalmente tener lo que su corazón deseaba, pero regresó por su esposa para tener una oportunidad de que su relación funcionara mejor,... y ahora...

-Pero vine hasta aquí por nosotros — dijo dolido aún calmado.

-¿Tiene un arma? — preguntó el señor Isuguri.

-Quería intentarlo — Nana aún miraba a Kaoruko, decía la verdad pero estaba molesto.

Ya vestido, Futaba se movió lo más rápido que pudo para salir de ahí, tener en frente a un soldado era altamente riesgoso.

-Nana, no hagas nada insensato — dijo cuando el señor Isuguri pasó detrás suyo.

-Después vendré por mis cosas — dijo el señor Isuguri.

Nana volteó repentinamente asustando a Futaba, quien se apegó a la pared por miedo a ser lastimado.

Kaoruko estaba asustada de lo que podría suceder, pero Nana se mantuvo tranquilo, debía pensar bien en lo que haría.

-No voy a dañarlo — le dijo mirándolo con seriedad.

Futaba no dudó ni un segundo en irse de prisa, no quería que Nana cambiase de opinión.

-Kaoruko — el rubio miró a su esposa.

-Podemos ser amigos — dijo más tranquila y apenada por Nana.

-¿Amigos?

-Pensé que un acta sería más sencillo — Kaoruko se alejó dirigiéndose a un escritorio, tomó un papel de ahí y se la mostró a Nana — solo debes firmarla.

Nana se acercó a ella y tomó el papel para leer el contenido.

-Lo lamento, Nana.

No sabía ni que decir, mantuvo su gesto serio, miró a Kaoruko por última vez y procedió a retirarse de la casa.

Salió con sus cosas mientras leía el papel.

-NANA ¿TE SIENTES BIEN? — Kaoruko estaba en la ventana junto a Futaba.

Nana volteó a ver a Kaoruko, quizá todo se fue al tacho... pero era libre ¿No es así? Al fin podría ir tras su sueño, cumplir su deseo de poder amar a Junna sin miedo a nada, sin que nada lo detenga.

-Sí, estoy bien — respondió esbozando una sonrisa de alegría.

El rubio empezó a correr por la calle, miró nuevamente a Kaoruko y agitó sus brazos despidiéndose con alegría, seguido llamó a un taxi para que lo llevara a la estación de trenes y subió.

Tanto Kaoruko como Futaba se miraron confusos por el comportamiento de Nana, no era para nada lo que esperaban.

En las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora