Raíces

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Junna estaba vestida con su camisón y Nana había alcanzado a ponerse un pantalón de tirantes y una camisa de manga corta abierta. Ambos salieron muy rápido por las campanadas.

Unas antorchas grandes fueron encendidas entre los cultivos para disminuir el frío.

El abuelo Ruito se acercó a su hijo y le dió un racimo recién cortado.

-Maya, ¿Qué piensas? — le dijo.

Maya sacó una uva y la aplastó para ver su estado.

-Aún no tocaron el interior, podemos salvarlas — dijo aliviado — ¡A TRABAJAR! ¡AHORA! — ordenó Maya y los ayudantes se movieron inmediatamente.

-Quiero ayudar — interrumpió Nana.

-¿Sabes volar? — preguntó Maya dándole un tipo de abanicos grandes.

-Enséñeme — respondió tomándolas.

-Vamos a perderlo todo ¿Y USTED QUIERE QUE LE ENSEÑE CÓMO HACERLO?! — dijo molesto y se fue a recolectar las uvas.

Junna miró molesta a su padre, pero lo ignoró y se puso esos abanicos en los brazos.

-Mira — le dijo a Nana.

Este observó cómo ponérselos y luego lo imitó, pero no logró hacerlo adecuadamente y empezó a ahogarse con el humo de las antorchas.

-Como una mariposa — aclaró Junna moviéndose con más delicadeza.

Nana observó hipnotizado los movimientos de Junna, era simplemente magnífica.

-¡SI VA A AYUDAR, AYUDE! — le gritó Maya al verlo mirar como tonto a Junna.

Ella se puso delante de Nana y continuó moviendo los brazos con delicadeza.

-Dele calor a las uvas — explicó — sígame, arriba, abajo, arriba, abajo.

Nana le seguía el paso, en aquel momento todo se volvió Junna, imitaba lo que ella hacía y también la admiraba, sus delicados brazos moviéndose al compás de su bella voz, intentaba sincronizarse con ella pero le era difícil, ya que solo quería verla, pero le encontró en ritmo.

Muchas más personas hacían lo mismo mientras otros hacían la recolección de uvas, aquello era una escena de no olvidar, era tan magnífico en muchos sentidos.

Nana se había apegado lo suficiente a Junna para no sentir el frío, incluso parecía que el rubio en cualquier momento dejaría de dar calor a las uvas y abrazaría a Junna, pero no ocurrió, ambos se sentían bien así, disfrutaban aquel momento mágico uno con el otro, se miraban y sonreían como jóvenes enamorados, incluso Maya lo había notado.

...

Nana había podido descansar un poco antes de llegar la madrugada, estaba bien vestido y tenía sus maletas listas.

-El autobús no se va hasta las 11 — comentó Junna con la esperanza de que Nana se quedase un poco más de tiempo.

-Será tarde, todos estarán despiertos, será mejor así — era mejor si se iba lo más pronto posible mientras más tiempo pasará, más difícil sería la despedida — menos preguntas.

-Sí — asintió entendiendo.

-Le deseo lo mejor.

-Y yo a usted — Junna era sincera.

Nana salió caminando esperando a no encontrarse con alguien pero...

-Buenos días señor Nana — dijo la misma joven de cabello negro, ojos azules y de gesto serio.

En las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora