Capítulo 18

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El jet había soportado un par de intensas corrientes de viento que habían provocado algunas turbulencias, al igual que una tormenta que nos había tomado por sorpresa.

El piloto nos había informado tan solo minutos atrás que el combustible era escaso para lograr nuestro objetivo de llegar a Londres en un solo viaje. Tendríamos que hacer una escala para recargar la cantidad necesaria de combustible para el jet, y también para descansar.

Tanto a la doctora Brown, como a Ross y a mí, el resto de los soldados y el piloto del jet nos habían informado sobre la decisión de hacer una rápida escala en Alaska, específicamente en el poblado de Sitka, lugar que aparentemente había resistido un poco más a los ataques de los infectados y que no se encontraba tan a la deriva después de todo.

Aterrizaríamos en Sitka, no muy lejos de la gente del lugar, pero tan poco tan a las afueras o apartados de todo. Tomaríamos un descanso en el pueblo, buscaríamos ayuda, recargaríamos el combustible necesario y tomaríamos nuestro camino de vuelta hacia Londres.

—Prepárense, el aterrizaje puede ser brusco —indicó uno de los soldados, justo después de compartir un par de palabras con el piloto de aquella aeronave.

Tomé la mano de Ross inconscientemente, recargando mi cabeza hacia atrás y presionándola con fuerza. El estómago se me revolvió ligeramente al sentir el cambio de presión en cuanto el jet comenzó a descender.

Ross me miró sonriendo, burlándose un poco.

No habíamos hablado mucho. Habían ocurrido muchas cosas en los últimos días, en las últimas horas. Nos encontrábamos tan fatigados física, mental y emocionalmente como para entablar una tranquila plática.

Además, podía notar cierta tristeza en el rostro de Ross, la cual podía comprender a la perfección después de haber perdido a mis mejores amigas, a mis casi hermanas.

El descenso duró algunos minutos y finalmente el jet aterrizó en una pradera cercana a las primeras viviendas y granjas de Sitka. Bajamos del jet, sintiendo pesadez en las piernas y pocas ganas de hablar.

Ross ayudó a bajar un par de soldados, quienes cargaban armamento en varias cajas, así como contenedores para recolectar la gasolina para el jet. El rubio también ayudó a cargar un par de cosas y segundos más tarde, comenzamos a caminar.

Explorando la zona, e intentando averiguar donde se encontraba toda la gente, o si había alguien que pudiera brindarnos una mano.

—Permanezcan alertas, tengan sus armas preparadas —ordenó uno de los soldados, quien al parecer ahora se encontraba al mando de la situación.

La doctora Anastasia Brown caminaba a mi lado, mirando una fotografía que había sacado de su cartera. La observé, notando una lágrima resbalar por sus mejillas y guardando la foto nuevamente en la cartera para después depositar esta en una de las bolsas de su uniforme.

No dije nada. Probablemente había perdido a alguien importante, y en ocasiones era mejor guardar silencio si no sabes cuales son las palabras adecuadas para decir en un momento como esos.

Ross caminaba al frente de mí, intentando no separarse mucho, apuntando su arma hacia el suelo pero manteniéndola lista en caso de cualquier emergencia. 

Minutos más tarde, después de caminar sin rumbo y divisar el jet a algunos metros, nos topamos con una impresionante barrera hecha con alambrado, púas, tablas de madera y piezas gigantes de metal o acero, frente a nosotros. Era una especie de muro alrededor de aquel pequeño pueblo, resguardando varias casas, negocios y granjas de la zona.

Nos acercamos un poco más, gritando por ayuda de inmediato.

—¿Hay alguien ahí? ¡Soy la Doctora Anastasia Brown! ¡Necesitamos algo de ayuda, por favor! —gritó la mujer, con todas sus fuerzas.

INFECCIÓN // Ross Lynch (ACTUALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora