Desperté, completamente agitado. Un frío sudor recorrió mi nuca y descendió por mi espalda. Me levanté de golpe, recordando el sueño que había tenido.
Aquel día dos meses atrás en el que Alex Evans y yo nos habíamos visto por última vez. Y aunque le había prometido ir hasta donde ella se encontraba en Londres, las posibilidades de salir de este lugar eran cada vez menos.
O por lo menos, no eran muy altas. Y probablemente, eso no estaba cerca de ocurrir.
Caminé a través de la cabaña, buscando algo de fuego para encender la chimenea y finalmente hallando una pequeña caja de cerillos en uno de los cajones de la mesita de noche de la habitación.
Observé algo de humo salir de aquel vivaz fuego de color naranja y miré con atención la leña quemándose, despidiendo un olor extraño pero nada desagradable. Me levanté del pequeño diván donde había tomado asiento y con otro cerillo, encendí un cigarrillo.
La vida en Sitka era tranquila. O al menos, así había sido desde hace más de un mes.
Habíamos tenido un último ataque a causa de un grupo de infectados, pero con mucho esfuerzo y tras una larga pelea, pudimos resolver el problema y el pueblo nuevamente se libró de la infección.
Y ahora, se creía que el virus al fin había sido erradicado en la región, pues tras semanas al pendiente, no habíamos visto a un solo infectado en carreteras o autopistas cercanas, o en el bosque que rodeaba al pueblo, o cerca de nosotros.
Los lugareños habían establecido una cercana relación conmigo y con el resto de militares sobrevivientes al grupo de protección que una vez nos acompañaron a Alex y a mí. Dos de ellos eran ahora grandes amigos para mí; Thomas y Scott. Los pobladores creían estar en algún tipo de deuda con nosotros tras haberles ayudado a cuidar y salvar de su pueblo en repetidas ocasiones pero la verdad es que, todo lo habíamos hecho de corazón.
Eran tiempos difíciles para todos. La humanidad tenía una segunda oportunidad después de lo ocurrido y necesitaba cambiar. Que mejor manera de iniciar un cambio ayudando a las personas, sin más.
Los rescates a lo largo del continente por parte de autoridades europeas y americanas que trabajaban en conjunto, cada vez eran más frecuentes, y podíamos estar casi seguros de que un rescate en Sitka era seguro, y tal vez, sería más pronto de lo pensado.
Mientras eso ocurría, mi vida en aquel pueblo frío y solitario de Alaska era cada vez más interesante. Mi rol como nuevo poblador y huésped permanente era limitado a proteger y ayudar a los lugareños. Hacer guardias, tal vez. Recorrer autopistas aledañas en busca de sobrevivientes, o de infectados, y ayudar con la extracción de leña del profundo bosque.
Conocía a gran cantidad de personas, la mayoría amables y completamente atentos conmigo.
Tocaron a la puerta de repente, sacándome de mis pensamientos. Reaccioné de inmediato después de darle una larga calada al cigarrillo y corrí a atender.
Era plena madrugada, lo cual me sorprendía un poco.
¿Quién iba a estar tocando a mi puerta justo a la mitad de la noche?
—Vimos tu luz encendida. Terminamos la guardia y hemos decidido venir a hacerte compañía.
—Hola Lynch, ¿una noche más sin dormir?
Thomas y Scott aparecieron frente a mí, acompañados de un soldado más, y una chica.
—Las pesadillas parecen no terminar, supongo —respondí al comentario de Scott, confesándome sobre mis sueños.
—Tal vez un té ayude —me guiñó aquella chica, tomando iniciativa propia de entrar a la cabaña y dirigirse hacia la pequeña cocineta y calentar un poco de agua.
ESTÁS LEYENDO
INFECCIÓN // Ross Lynch (ACTUALIZADA)
FanfictionUna infección se apodera del mundo poco a poco. En Los Ángeles, un grupo de chicos, tendrá que sobrevivir a esta poderosa infección, tratando de no arriesgar sus vidas mientras intentan huir para salvarse. ⚠️ HISTORIA CORREGIDA Y CON CONTENIDO AGREG...