⛪13.⛪

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C A P I T U L O   13.

Muy escazas veces me he encontrado en situaciones incómodas o de peligro extremo, o simplemente con tanto miedo que o actúo inconscientemente acelerada o me paralizo, y es una sensación que no le deseo a nadie.

El cuarto de espejos, era como un laberinto, pero éste, tenía una salida hacia un pasillo que se encontraba obscuro, con la excepción de una antorcha en la entrada.

Fingí estar sorprendida, pero la verdad era que yo ya había estado aquí. No conocía los pasadizos secretos, pero conocía la mayoría de los pasillos, venía cada noche a éste lugar. Cuando era niña, estuve en muchos lugares mientras dormía, era como si viajara en forma astral, dejé de viajar cuando comenzaron a ocurrirme cosas extrañas, pensé que tal vez era mi imaginación, pero no.

A una muy corta edad, conocí lo que realmente era el miedo, ambas caras de esa sensación tan desagradable. 

—¿Puedo saber por qué estamos en un laberinto de espejos? —Pregunté mirándolo.

—Tienes que llegar al final del laberinto, tomas la antorcha y caminas por ese pasillo, allá encontrarás las respuestas que has querido saber desde que llegaste aquí. —Contestó con sutileza. —Adelante. —Hizo un movimiento con su cabeza invitándome a entrar.

Di un paso y me giré —. Espera, ¿no irás conmigo? —Negó y retrocedí.

—No puedo ir contigo esta vez, pero te esperaré aquí.

Colocó su mano en mi espalda baja y me dio un leve empujón haciéndome caminar hacia la entrada. 

Si había estado aquí, pero jamás seguí después de la antorcha, no sé qué es lo que hay allá, dejé la cobardía a un lado y me dije a mí misma mentalmente que, tenía que acabar con esto de una vez, tenía que dejar de temerle a todo, pero era muy difícil.

Caminé a paso rápido y llegué al final en menos de quince minutos, tomé la antorcha que estaba en la pared y la extendí al pasillo, pero no lograba ver mucho, se veía que era muy largo. Me giré y no logré ver nada más que espejos por doquier, tragué saliva y armándome de valor, avancé.

Cada vez avanzaba más rápido, sentía que algo me seguía, pero cada vez que me volteaba a ver que era sentía un frío escandaloso.

Llegué a un punto en el que comencé a correr por mucho tiempo hasta que una puerta que emanaba luz del otro lado. La empujé con lentitud y cuando la luz atacó mi vista, lancé la antorcha a un lado y cerré la puerta detrás de mí.

Entrecerré los ojos para intentar ver mi entorno, pero la luz era cegadora, de repente cerré los ojos con fuerza y escuché voces de muchas personas, abrí los ojos y me topé con un suelo completamente mojado.

Fruncí el ceño y me agaché para tocar el líquido, estaba frío, y todo se veía un poco obscuro así que no distinguía qué era hasta que lo toqué y vi mis dedos manchados de sangre casi descompuesta. 

Rápidamente me levanté y me alejé, pero todo el suelo estaba cubierto, no había a dónde huir.

—No deberías tener miedo. —me paralicé ante esa voz —. ¿Acaso no sabes de quién es esa sangre?   

—Cállate. —ordené con un nudo en la garganta.

—¿Por qué temes, María? ¿acaso no recuerdas todas las veces que viniste a este lugar? ¿las veces que jugaste aquí? —rió con cinismo —. Eres tan ridículamente hipócrita.  

Corrí hacia la puerta e intenté abrirla, pero no cedía, la empujé, le pegué patadas, hice de todo para poder salir hasta que se me ocurrió algo. Él no iba a dejarme salir hasta que yo cediera a quedarme, hasta que mi rabia se esfumara, pero las reglas del juego habían cambiado.

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora