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C A P I T U L O    2.

Ambas caminamos de puntitas hasta la salida, para que nadie pudiera escucharnos. Sentía una especie de vacío en mi estómago debido al nerviosismo que recorría mi cuerpo, no quería ser descubierta. 

Siendo sincera, no quiero causar problemas, el trato era que si me comportaba, más rápido podría ir a casa, a mi vida. Pero mi curiosidad por saber que significaba todo ésto, era más grande. Si cada día, viviría un misterio o aventura, entonces no me importaría quedarme un poco más. Además, sería una especie de cambio para mí, para alejarme de todo y simplemente relajarme y descubrir cosas nuevas. 

Cuando llegamos a la entrada, sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal así que me di la vuelta pero no había nadie, podría jurar que sentí la respiración de alguien cerca de mi cuello.  Isabella me miró como diciendo "¿Y a ésta que le pasó?" así que sacudí mi cabeza y abrimos la puerta con toda la delicadeza del mundo, miramos a todos lados para percatarnos de que no había nadie y salimos, cerramos la puerta detrás de nosotras y ambas dimos un suspiro muy largo. 

Todo estaba muy obscuro, como dije, todo era de la edad media y creo que aún, no habían inventado los faroles o linternas. 

No tenía miedo, en realidad no lo tenía, pero todo me sentía tan fuera de lugar que me daba escalofríos lo sombrío que era todo. Era como si estuviese dentro de la película de La Monja, reí ante esa comparación tan ridícula. 

Le hice un ademán a Isabella para que comenzáramos a caminar y me siguió. El convento era algo extraño, ¿Saben?, pensé que sería cómo en las películas, un gran castillo tenebroso y horrible, casi en ruinas, con monjas que tenían más cara de brujas que de santas, padres que practicaban exorcismos y daban miedo, pero no. Nada era así.

En parte me decepcionó, porque todo se veía tan correcto que molestaba. Incluso llegué a pensar que salir a ésta hora, con tanta obscuridad sólo por curiosidad, si lo pensabas bien, se veía algo estúpido. 

No podíamos ver bien hacia donde nos dirigíamos, pude haber traído mi celular pero: 1)No pensé que estaría tan obscuro y  2)Si lo descargaba estaría jodida porque no hay ni un solo enchufe aquí, así que no era una buena idea. 

Estábamos caminando a paso lento y de repente, escuché una rama quebrarse en el suelo. Abrí los ojos como platos y mi respiración se aceleró. Miré a Isabella y con la poca luz de la luna pude notar que tenía la misma expresión que yo en su rostro. Puse un dedo en mis labios indicándole que hiciera silencio. 

—A la cuenta de tres, comenzarás a correr y yo te seguiré, ¿De acuerdo? —Susurré tan bajo que me sorprendió el hecho de que pudiera escucharme. Asintió y comencé a contar con los dedos, cuando levanté el tercer dedo ambas comenzamos a correr como Gacelas. 

Salimos del convento y no paramos de correr hasta que llegamos a la gran iglesia en donde habitaban los padres, monjes y todos aquellos que pertenezcan al género masculino. Paramos de correr y tomamos grandes bocanadas de aire, descansamos un poco y luego tocamos a la gran puerta. 

Un muchacho alto y de tez casi morena abrió la puerta, tenía el cabello desordenado y estaba vestido con uno de esos trajes que usan los monjes. Nos miró de arriba a abajo disimuladamente y frunció ligeramente el ceño. Sus ojos eran de un color ámbar muy bonito.

—Disculpen señoritas pero no entiendo, ¿Que hacen aquí a ésta hora de la noche? —Preguntó con voz grave. Diablos señorito.

Isabella se paralizó y tragó grueso, el chico la miraba y luego a mí, repetía la misma acción una y otra vez, así que decidí hablar yo: 

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora