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C A P I T U L O    1.

—Te extrañaremos muchísimo cariño. —Dijo mi madre sacando mis maletas del auto. 

Es increíble lo que hicieron, enserio. Ambos estaban felices y convencidos de que estar en un lugar sin redes sociales, sin amigos, sin alcohol, sin diversión y con sólo un rosario y un traje completamente ridículo, sería bueno para mí. 

Me negué mil veces, pero no sirvió de nada, esa monja ridícula los convenció de traerme aquí, dijo que era posible que mi espíritu se limpiara o algo así. Creo en Dios, pero no de esa manera tan absurda como ellas, es decir, ¿Es necesario vestirse, actuar, hablar de esa forma para poder creer en Dios?, no lo creo. Además, ¿A quien diablos le gusta pasar un día entero rezando? ¿Y que toda tu vida sea así?, debe ser el jodido infierno. 

—Sé que no me extrañarán, de quererme, no me habrían enviado aquí, tan sólo con prohibirme salir era mucho más que suficiente. —Rodé los ojos, y mi padre cruzó los brazos.

—Lo hicimos, intentamos todo, pero llegamos al punto límite, no nos dejaste opción María. —¿No les dejé opción?, bien, cúlpenme de todo.

—Dos cosas, la primera, me llamo Laura, no María. Segundo, ¿Como diablos creen que los llamaré?, ¿Que haré en mi tiempo libre?, ¿Para qué trajeron mi ropa si me vestiré igual de ridículas que todas las mujeres que están en éste lugar? —Un carraspeo interrumpió mi reclamo y mi último intento de lograr salir de aquí. Rodé los ojos nuevamente, me crucé de brazos y voltee a ver a la persona detrás de mí.

—Tú debes ser Mar.. —La interrumpí.

—Laura. Me llamo Laura. —Corregí con rabia. Su sonrisa se borró pero volvió a sonreír. Me miró de arriba a abajo inspeccionándome completamente. Tenía una blusa blanca abotonada con unos short de mezclilla negros y unos converse. ¿Quien rayos se cree?

—No seas grosera. —Reprochó mi madre. —Lo siento mucho. —Se disculpó con la monja frente a nosotros. Volvió a mirarme y me abrazó.

—Por favor sácame de aquí. —Susurré en su oído. Me dio una mirada de "No" me dió un beso en la mejilla y subió al auto, mi padre hizo lo mismo y encendieron el auto, luego de decirme que me amaban los perdí de vista en la carretera. 

Todo alrededor era completamente desierto, excepto por la gran propiedad, aquí parecía más un castillo antiguo de esos como los de las películas de Drácula que un jodido convento. La mujer se inclinó para intentar tomar mis maletas, la miré fulminante y le arrebaté mi equipaje.

—Sígueme. —Indicó, imité la manera en la que habló de forma odiosa pero sin que me escuchara o viera. No tuve más remedio que seguirla. No podía quedarme aquí, por Dios santo. Literalmente.

Entramos a una gran casa, o mejor dicho, la boca del lobo. Todo ahí parecía completamente antiguo, tanto, que incluso daba escalofríos, miré mis alrededores inspeccionando cada parte del lugar y recordando el camino a la salida, me serviría para después. Habíamos entrado en lo que imagino era el piso de las habitaciones, todo era como un laberinto, si entrabas a un pasillo tenía tres salidas más. Comenzó a explicarme donde estaba todo, cuando habían construido el convento y otras cosas que no me importaban en absoluto. 

Nos detuvimos en el primer dormitorio.

—Ésta será tu habitación a partir de hoy. —Me entregó una hoja de papel donde indicaba, la hora de cada comida, y la hora para ir a rezar.  La miré con cara de asco. —Cariño no me mires así, tus padres han hecho esto por tu bien, y lo sabes. Bien, ya tienes tus horarios así que alístate para la cena. —Entró a la habitación y abrió el closet, sólo había ropa de monja, de todos los tonos y tamaños, está loca si cree que me pondré eso. 

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora