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C A P I T U L O  F I N A L — PARTE 1.

Matías.

—¡Rápido, Matías! —gritó Felipe al verme tropezar y casi caer de bruces por los pasillos.

Habíamos logrado soltar las esposas luego de patearlas, intentar abrirlas, intentar romperlas, hasta que en un inútil intento, ya con las esperanzas abatidas, lo logramos y no dudamos al salir corriendo.

Sentía mi cabeza cómo un mar tropical, podía sentir cómo la sangre se movía y eso me atemorizaba. Podría ser un derrame cerebral, más no me detuve, teníamos a varios hombres uniformados corriendo tras nosotros y teníamos que llegar a Laura.

Salimos del hospital y rompimos el vidrio del primer auto que se nos atravesó, rompimos los cables y con brusquedad salimos de aquel lugar. Aunque todo parecía fácil, no lo fue para nada.

Nos dimos cuenta de que en auto todo era mucho más rápido de todo lo que tuvimos que vivir para salir de ahí, pero ya no importaba lo que había ocurrido antes, importaba el ahora.

—¿Crees que siga viva? —preguntó mi amigo de tantos años, que ahora sentía nuestra amistad algo requebrajada.

—No lo creo —desvié la mirada hacia la carretera—. Sé que está viva.

Durante un par se segundos todo fue silencio hasta que Felipe volvió a hablar:

—No puedo creer que he fallado —negó apretando el volante.

—Laura no está muerta, joder. Deja de decir idioteces.

—Ésto siempre ha sido y será así, Matías. Entiéndelo de una puñetera vez —soltó con disgusto.

Me removí incómodo en mi asiento. No me gusta por dónde va nuestra conversación, pero los nervios pueden más que yo y hacen que suelte palabras que en realidad no quiero decir.

—¿Piensas que porque tu querida madre fue una débil, ella también lo es? —dije todo mucho antes de poder arrepentirme y luego quise que la tierra me tragara por completo.

Felipe frenó de golpe. Tuve que sostenerme, y de no ser por el cinturón de seguridad, mi cabeza se habría dado contra el cristal.

El mareo se intensificó.

—Retira lo dicho —escupió.

Silencio.

—Retira lo dicho, Matías —repitió.

Silencio.

—¡Que retires lo dicho, carajo! —se me abalanzó encima con fuerza.

Abrí la puerta de mi asiento y dejé que cayéramos al suelo, intentó golpearme en el pecho, a pesar de que él también se encontraba débil y descoordinado. Ninguno pensaba con claridad, y yo no quería golpearlo, pero tampoco permitiría que me golpeara él a mí.

—¡¿Cómo te atreves a hablar así de mi madre?! —me gritó en la cara con ojos llorosos— ¡Tú no tienes idea de nada! ¡Crecí sin ella, ni siquiera pude conocerla! —el descontrol se apoderó de él y yo ya comenzaba a asustarme de que no volviera en sí— ¡Estoy vivo sólo porque tengo una misión, sólo por eso!

—¡Reacciona! —le grité propinándole una bofetada fuerte.

Su rostro se contrajo de cierta manera, y lo empujé, quitándomelo de encima.

—No tienes idea —susurró sollozando.

—Sí, si la tengo. Créeme —me apoyé en el auto—. Yo también crecí solo, y de milagro, porque realmente no debería estar vivo ahora, pero Laura nos necesita, nuestra vida fue tremendamente miserable hasta que vi la de ella, y me di cuenta de que no es nada comparado a la nuestra.

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora