⛪15.⛪

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C A P I T U L O 15.

Se supone que los padres y monjas no pueden tener hijos. Estarían rompiendo las reglas, y aunque éste lugar las rompe todas y ya no debería sorprenderme, lo hace, me deja sin habla cada que recupero el aliento.

—¿Su hijo? —susurré. —¿Cómo es posible que seas...? Tu padre es un cura... —tomé mi rostro entre mis manos.

—Cuando mi madre murió y quedé a cargo de aquella mujer, me hizo pasar por su único hijo, tomé el trabajo de ser el mensajero y el que traía las cargas de comida y de uso personal para todos —explicó— lo hice para poder conocer todo, para poder esperar por ti en un bajo perfil.

—¿Esperar por mí? —alguien sálveme.

—Si. Esperar por ti.

—¿Y luego? Luego de encontrarme, ¿qué ibas a hacer? —lo miré expentante.

Matías tomó mi mano y me guió a la mesa de la pequeña sala de estar. El lugar era pequeño, se veía humilde pero muy acogedora, todo estaba limpio. Había una cocina muy tierna a mi parecer, todo era pequeño, desde el espacio hasta los muebles.

—Te usaríamos para acabar con ellos. —contestó el moreno. —Solo tú tienes en tus manos el poder de hacerlo, eres la siguiente, y ellos lo saben, pero no tienen idea de que Felipe es descendiente de la anterior, se encargaron de ocultarlo bien.

—¿Cómo sé que tú no eres uno de ellos? —me zafé de su agarre. —Eres hijo del padre Joaquín, ¿cómo me aseguras que no estás de su lado?

Ambos se miraron y adquirieron una expresión cansada, y lo entendía, sé que a todo le coloco un por qué pero es mi vida la que está en juego, la que peligra, no voy a tomarlo a la ligera con un montón de personas esperando mi tortura y muerte.

—Créeme, no está con ellos. —intervino Felipe.

—Sigo sin estar convencida. —me crucé de brazos.

—Pues, te digo una cosa preciosa, o confías o te mueres —Felipe se acercó para tomarlo de los hombros y éste levantó la mano en señal de que no se metiera, no despegué la mirada— somos tú única opción de que no salgas muerta de éste lugar.

—Sé que son mi única opción de seguir viva, no soy idiota —contesté con los dientes apretados- pero tienes que ponerte en mi lugar, no sé quién diablos eres.

Negó con la cabeza y soltó un largo suspiro de poca paciencia.

—Ésto no es una película de drama y romance, o confías o te mueres. —se encogió de hombros.

Bueno, de igual forma no tengo nada qué perder.

—Vale, seré su opción de destruir ésta... —alargué la oración pensando una palabra adecuada— ¿Tradición? Lo que sea, siempre y cuándo, no salga muerta de aquí, prometo pagarles.

—Ésto no es por dinero... —intervino Felipe.

—Cierra la boca, de igual forma no nos vendría mal un poco de dinero. —comentó el otro chico.

—Entonces, ¿cómo haremos ésto? —pregunté dispuesta a todo.

—Primero, necesitas verlo todo.

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora