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C A P I T U L O  23.

Laura.

El miedo, esa sensación que te paraliza por completo y no te permite ni siquiera caer en cuenta de lo que sucede cómo tal, que te deja sin habla, que te hace temblar las piernas y respirar con dificultad. ¿Conoces esa sensación? ¿Te ha invadido alguna vez con tanta intensidad cómo para sentirlo incluso en tus huesos?

Yo he vivido todos éstos años sintiendo esa sensación. Siempre creí que cuando creciera, con el tiempo, dejaría esas sensaciones atras, pero no pude... Nunca he podido.

Y ahora... Ahora es mucho peor de lo que era antes, porque más que miedo, creo que me quiero rendir. He dejado de sentir mis manos, no puedo ser la que controla mi cuerpo, ni siquiera las palabras salen de mi boca. Ahora sólo soy una pequeña consciencia en una mente que antes era mía.

Quiero creer que hay un lugar bueno, un lugar en dónde las cosas son más sencillas y nadie sale lastimado. No pido un mundo sin maldad, porque no tendría sentido entonces, pero sólo pido algo más que eso. Algo más que las míseras sobras que el mundo nos ha dejado a nuestro cuido.

Tengo miedo y no quiero admitirlo, pero sé que Matías y Felipe saben que esa no soy yo. Saben que la real está en alguna otra parte y me buscarán, tengo una pequeña esperanza a la cuál, deseo aferrarme hasta el último momento.

Espero que si las cosas no salen bien, ellos puedan encontrar una salida a todo ésto, puedan escapar y hacer sus propias vidas con felicidad y honestidad en ellas.

No sé cómo he podido ver a Matías, pero desde el accidente, ya no siento que estoy, siento que sólo estoy vagando entre entes extraños, que por alguna razón, no me permiten irme de aquí. Cuando intenté darlo todo, realmente lo di, hasta mi vida.

Si no lo hubiera vivido tal vez me parecería una locura, pero ellos lo hicieron, hicieron que Matías también entrara a éste lugar, a éste tenebroso limbo. Un lugar que él en ningún momento debió pisar porque al tener la capacidad de verlos, crea y deja una conexión establecida con éste lado, y es peligroso porque si en cualquier momento podría volver sin siquiera darse cuenta, en un sueño o simplemente, cuando su mente divague.

No pude acercarme a él, por más que lo quise, sentía cadenas invisibles atándome más a éste lugar, y no podía moverme, aparte de que, todos estaban a mi alrededor esperando el más mínimo movimiento para atacarme, cosa que no puedo permitir. Si muero en éste lugar, será mi verdadero fin.

Me encuentro abrazada a mis rodillas, sentada en un suelo, y nada más. Todo está a obscuras y sólo puedo percibir mi propia respiración.

—¿Por qué no me ayudaste? —pregunté con un hilo de voz.

Tal vez no está aquí, pero nada pierdo con intentar, quizás, sólo quizás, pueda llegar a escucharme.

—Porque era tu destino, y si te hubiera ayudado, uno de los dos estaría muerto —respondió. Escuchar de nuevo su voz me hizo dar un respingo mínimo.

—Me traicionaste, no confundas las cosas.

—¿Cómo puedes culparme de algo tan atroz cómo eso? ¿Qué acaso no te das cuenta de que he sido tu guardián desde que naciste? —pude sentir cómo sus dientes se apretaban al pronunciar las palabras.

—Me protegiste sólo para que llegara viva a éste desagradable momento —acusé apretando mi abrazo en mis rodillas.

—Nunca quise que te hicieran daño, pero al menos, no ha sido daño físico.

—Eso no quita que me haz dejado a mi suerte —repliqué—, eres un traidor. Me dejaste con ellos. ¿Tienes idea de lo que me han hecho?

Dudó, y lo supe por cómo se mantuvo callado varios segundos.

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora