Mariah termina de prepararse, luego toma sus llaves y celular y se da cuenta de que ha recibido un mensaje de un número desconocido, pero tan pronto como lo lee se da cuenta de que es Lyanno.
El auto ya está debajo de tu casa, date prisa.
No responde, simplemente apaga las luces de la casa y sale. Hay el mismo auto que la llevó a casa por la tarde y un chico al que reconoce de inmediato. El chico de las trenzas esa noche que había dejado inconsciente a otro chico.
-Buenas noches.-la saluda cortésmente.
-Hola. ¿Y usted es?
-Soy Rauw y la llevaré donde esta Lyanno.-responde y luego le abre la puerta del auto.
Mariah no hace que se repita e inmediatamente entra en el auto, el da la vuelta e inmediatamente arranca el auto. No pregunta a dónde la lleva, se relaja y también se siente un poco importante, en fin, con un chofer personal que la lleva quién sabe a dónde.
Viajan en silencio durante unos veinte minutos hasta que se detiene. Mira por la ventana y ve que estoy en la playa.
-Te está esperando en la playa.
-Gracias.
Ella se baja después de quitarse los tacones. A ella le gusta la playa pero no la arena entre sus pies, será mejor que tenga algo grande en mente aquí. Verlo con el torso desnudo es un buen augurio. Cuando lo ve, se muerde el labio.
-Eres hermosa.
Cuando esté cerca de él, coloca tus manos sobre su pecho y luego deslízalas sobre sus hombros y continúa tocando los músculos abdominales con las yemas de los dedos. Llega hasta la cintura, pero no va más allá, sin saber qué hacer. En ese momento, es él quien toma la iniciativa: envuelve sus dedos alrededor de los de ella y los guía hacia el botón de sus jeans, a lo largo de la cremallera, que finalmente caen en la playa. Él la levanta, la coloca suavemente en la playa y luego se acuesta a su lado. Permanecen así, mirándose a los ojos, acostados uno al lado del otro, por lo que parece un tiempo interminable.
Acaricia su rostro, sin apartar los ojos de los de ella ni un momento. En un abrir y cerrar de ojos se pone encima de ella y le levanta un poco el vestido y con toda la amabilidad que puede, la penetra.
Ella gime y él de inmediato comienza a moverse, muy lentamente, con tanta delicadeza como posee, ella le acaricia la cara y vuelven a mirarse a los ojos.
La aprieta un poco para sí mismo y ahora es menos delicado que antes, ella envuelve sus piernas alrededor de su cintura y duran interminables minutos. Jadean más fuerte, sus ojos siguen encadenados, hasta que ella los cierra tratando de controlar el grito que está a punto de escapar de su boca, y él también ha llegado al orgasmo y hunde la cara en su cuello y respira su perfume. Los cuerpos sacudidos por un temblor incontrolable.