Capítulo 11

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Narrador:

Cuando Suki y Ayame desaparecieron de la vista de ellos, el abuelo de Suki siguió hablando sobre los pasteles de su esposa.

— Dime Kei ¿Te gusta el arte? —Preguntó buscando tema de conversación.

— No se mucho de eso... No sabría que decir exactamente.

— Mmm... Es cierto que nadie nace sabiendo todo —murmuró el mayor con la voz suave—. Por eso, debemos estar alertas en este mundo tan lleno de sorpresas para encontrar esas pequeñas obras de arte ocultas entre la multitud.

El rubio observó al anciano sin saber que responder, pues no le encontraba el sentido de aquella respuesta, y mucho menos de la pregunta.

— Te daré un ejemplo, cuando estaba en la universidad en busca de inspiración para pintar, fui al campus con unos amigos —Sonrió leve al empezar a recordar—, y fue allí cuando ví a la mayor obra de arte que he visto en mi vida.

— ¿Que fue?

— Una hermosa joven que ahora se convirtió en mi amada esposa —Sonrió con dulzura—. Ella inspira mi corazón, ella es la mayor obra de arte que he visto —Sus ojos volvieron al rubio—, algún día, tú encontrarás a alguien que inspire tu corazón y te impulse a ser mejor.

Antes de que Tsukishima respondiera, una suave melodía proveniente de la cocina llamó su atención.

De forma fugaz, y por la ayuda de una revoltosa corriente de aire la puerta se abrió y tras ella logró divisar solo por unos segundos la sonrisa llena de alegría de Suki.

Sus mejillas rosadas, aquellas finas y largas pestañas juntas, como movía sus manos de forma suave frente su rostro.

Tan honesta, tan sincera...

"Una obra de arte", pensó.

— Cuidala —La voz del anciano lo saco de su pensamiento.

Tsukishima lo miro con confusión, pero no recibió respuesta ninguna respuesta por el mayor.

Suki:

— Quedo precioso, que pena que lo tengamos que cortar —Reí.

Terminamos el pastel y ahora quedaba cortarlo en trozos para ponerlos en la vitrina.

— Ten, este es el pedazo más grande —Me paso el trozo de pastel en un plato—, llevárselo a Kei, si no ha probado mis pasteles no tiene vida —Rió.

Asentí y salí de la cocina para ir hacia mi abuelo y Tsukishima, quienes estaban conversando.

Me gusta ver a Tsukishima hablando con comodidad, pero aún no logro sacarle una sonrisa.

Pero no me daré por vencida, claro que no.

— ¡Tsukishima! —Lo llame mientras me acercaba, el solamente me miró—. Ten, todo tuyo —Sonreí para dejarle el plato en la mesa.

— ¿Y yo que? —Reclamó mi abuelo.

— Dile eso a la abuela —Reí con burla—, este pedazo fue específicamente para Tsukishima

— Primero mi nieta ¿Ahora mi esposa? —Miró al rubio—, yo dando consejos de buena manera y tú me quitas a las personas más importantes de mi vida —Dramatizó.

Sonríe | Tsukishima Kei | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora