Las Hadas: espíritus femeninos de la naturaleza

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Hoy en día nadie se atreve a confesar que cree en las hadas, pero hubo un tiempo en el que el hombre vivió cerca de la naturaleza, y las creía tan reales como lo son hoy para nosotros el ordenador o la lavadora. 

En el valle de Yorkshire, en Inglaterra, vivió hace muchos años una lechera que ordeñaba cada mañana las vacas de su granja, y era tan buena la leche que éstas daban, que llegaban vecinos de todos los lugares dispuestos a comprarla.

El misterio de esta historia comenzó unos años antes, cuando la lechera de nuestro cuento comenzó a notar que una de sus mejores vacas había dejado de dar leche. No parecía enferma y, sin embargo, de sus ubres no caía ni una sola gota. Recordó entonces un remedio que le había enseñado su abuela y que consistía en colocar en una esquina del establo un trébol de cuatro hojas, el cual tenía el don de alejar los malos espíritus. No sabía la mujer que el trébol, además, contrarrestaba la magia de las hadas y que, si lo dejaba varias horas, tendría la oportunidad de verlas cerca de ella. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando descubrió a unas diminutas hadas que se llevaban en un cubo la leche de su vaca!

-¿Qué estáis haciendo? - les gritó.

-No nos eches - le pidieron las hadas-. La princesa Isayn ha tenido un nuevo hijito y no tiene leche suficiente en su pecho para alimentarlo. Si nos dejas sólo unos días, te prometemos que nunca faltará la leche en tu granja.

Y así fue como la mujer consiguió hacerse con la mejor leche de toda la comarca.  

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