Los Orcos: la fuerza del mal

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Está escrito que los elfos y los hombres fueron creados el mismo día y con los mismos materiales. Pero el Gran Creador les concedió dones tan distintos que sólo físicamente se parecen los unos a los otros. Aunque pueda parecer que los elfos se llevaron en este reparto la mejor parte, pues fueron favorecidos con la sabiduría y la inmortalidad, muy pronto algunos elfos envidiaron la pasión y la incertidumbre con la que los hombres pueden modelar sus vidas.

Entonces, ocurrió que el mal que habita en el mundo, y que nunca descansa, aprovechó esta rivalidad en su propio beneficio y tentó a estos elfos envidiosos con concederles también los dones que poseían los hombres. Fueron muchos los elfos que se dejaron tentar y el mal los atrajo hacia sí. Y de este modo, con las mezquinas artes de la maldad, cayeron en prisión y fueron torturados y corrompidos.

Con los defectos de los elfos y los hombres, y con ninguna de sus virtudes, el mal creó a la raza de los orcos y los echó sobre la tierra como una peste. Su antigua sabiduría quedó convertida en estupidez malsana. Perdieron el alma y la inmortalidad, y ahora sólo son carne viva en el mundo. Los celos y la curiosidad de los elfos se convirtió en los orcos en perversa envidia. La debilidad de los hombres sólo es maldad en los orcos. Y si alguna vez fueron hermosos, ahora no existe un ser más desagradable y contrahecho sobre la faz de la tierra.

Y es tan grande y profundo el rencor que los orcos acumulan contra los elfos y los hombres, que se han convertido sin duda en sus más peligrosos enemigos. 

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