16. Valles del olvido

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            Quedan así por un largo rato: sus ojos viéndose, escudriñándose y tratando de calcular lo que significa para el otro tenerse ahora de frente. Es casi como si por un instante el tiempo se detuviera y volviesen a ser aquellos niños de doce años que fueron equipo, como cuando trabajaban juntos y hablando compartían sus perspicacias y suspicacias, cuando al andar existían sonrojos por parte de ella y miradas furtivas por parte de él, cuando la intensidad y el desinterés lograban hacer un equilibrio; es como si Sasuke fuera de nuevo aquel niño que necesitó un abrazo de ella para contener ese oscuro poder que amenazaba con salir a flote con un frenesí destructivo y Sakura aquella niña que estaría dispuesta a dejarlo todo solo para que su amor fuese correspondido. Solo en ese instante pudieron ser felices por verse de nuevo.

Pero aquel instante llegó a su fin.

Ahora son dos jóvenes adultos llenos de resentimientos y arrepentimientos que no se pueden olvidar. Las manos de él no la retienen para manifestar la alegría de que esté viva, sus manos toman sus brazos para detenerla y así poder hacerle daño otra vez. Y ella, no puede sentir nada salvo una extraña repulsión. Sakura siempre pensó que al verlo partiría en llanto, lo insultaría, procuraría matarlo pero en cambio aquella no es su reacción.

Ya el terror ha abandonado el rostro de Sakura, solo queda en sus ojos una mirada desafiante y expectante de lo que él hará. De forma paulatina e inesperada el semblante de Sasuke cambia del pasmo a una ira desmesurada que se refleja cuando aprieta con más fuerza la sujeción que le hace a sus brazos, tanto que a ella le empieza a doler.

Quizás Sasuke en realidad necesitaba tenerla de frente para saber si ella podría ser la solución. No obstante, le enfurece tanto que ella no apareciera en sus momentos de locura, en esos días en que tanto necesitó un respiro de tanta soledad, de tanta culpa... saber que en parte todo lo que pensó que tuvo que sacrificar para lograr su revolución había sido una mentira; nunca los mató ¿acaso no pudo hacerlo? ¿De qué le sirvió desprenderse de algo que luego podía ser suyo? Es como si toda ella fuera una rebeldía a sus resoluciones.

Sasuke baja el rostro y frunce el ceño con furor y contradicción. El joven suelta despacio la sujeción de sus dedos y entonces, cuando ella comienza a sentir los brazos libres, Sasuke la hala hacia sí hasta que ella choca contra su pecho y como un acto insólito de la vida y sus incongruencias la envuelve entre sus brazos. Sakura se envara perpleja por aquel abrazo, no lo entiende, Sasuke se aferra a ella como si fuese una necesidad, puede sentir cómo el corazón de él late en su pecho con regocijo.

Cómo... ¿cómo es que estás viva? —Musita con un hilo de voz— Si yo, aquel día...

—En efecto, Sasuke —responde Sakura—. Sí me mataste aquel día.

«Pero... aunque me cueste la vida, hoy te llegó la hora, Sasuke...»

Sasuke se tensa un poco ante aquella declaración. Con la cara enterrada su pecho, Sakura sonríe con malicia. En un doloroso y parsimonioso recorrido el bakugo se ha expandido por su piel, la chica cierra su mano en un puño y con un pequeño impulso le atina el golpe con todas sus fuerzas en el estómago. Sasuke sale disparado hacia atrás por el impacto y choca a lo lejos contra el tronco de un árbol, se llena de tierra al caer y con el dorso de la mano se limpia la línea de sangre que ha salido de su boca. Pero algo mucho más terrible que eso está a punto de suceder.

Sakura creyó poder controlarlo, pero no es así.

En raudos retrocesos el bakugo corre quemando su piel, una tortura que pasa de forma tan veloz pero intensa y penetrante. Las piernas de ella fallan y cae de rodillas por el dolor. Las líneas negras se expanden y regresan enloquecidas dando una sensación punzante que se podría describir como brazas incidiendo y removiéndose desde el interior de su cuerpo, hasta que llegan a sumirse solo en la marca de su frente, cuando eso ocurre, Sakura lanza gritos estridentes y se toma la cabeza entre las manos entre movimientos agónicos para, luego de una última sacudida, caer al suelo inconsciente.

Lo que nunca ocurrió.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora