8. Lo siento, no debí hacer eso

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           Han pasado los días. Sasuke aún no ha curado por completo sus ojos. Se estima unas cuantas semanas para ello.

Todo lo escuchado anteriormente cambia en demasía las cosas, pero para nadie es un secreto que sobre ellos se cernía desde hace mucho una densa oscuridad. No obstante, saber de la inminente guerra es ver como un torbellino de sucesos con los que no contaba. Ya esto no se trata solo del desastre ocasionado por Sasuke. Todos los problemas se han unido sin remedio.

Sakura se siente prisionera de sus propias resoluciones, pero piensa que ha ganado terreno en las volubles emociones de Sasuke. Y si no, quizás sea momento de culminar lo que no pudo en un principio: asesinarlo. Aparta esos pensamientos tratando de eludir lo ineludible, dejándolo como última opción, aunque conoce en el fondo que su fe es ciega y no se abre a posibilidades. Como van las cosas, la balanza se inclina hacia la oscuridad.

Sakura se mira en un espejo: sus ojos esmeraldas carecen de brillo y reflejan miedo e incertidumbre.

—Puedes hacerlo.

Al decirlo no se lo cree del todo pero una nueva determinación la embarga. Se levanta lista para cualquier circunstancia; cuando está a punto de salir al pasillo se detiene y mira atrás: un kunai brillante y reluciente le advierte que literalmente cualquier cosa puede pasar. Ella lo toma con pesar en su corazón y lo desliza dentro de su bota. Luego sale sin pensar en remordimientos.

(...)

KONOHA

En la aldea estaban listos desde hace aproximadamente dos días los preparativos para la guerra, si no existe ningún contratiempo hoy zarparían los shinobbi en servicio para encontrarse con las otras aldeas de la alianza. La mañana es tranquila y resplandeciente quizás sea un buen preludio de aquello que está a punto de acontecer, la zona de concentración se llena poco a poco de caras conocidas y desconocidas, de personas jóvenes y adultas, es un vaivén de rostros adustos y determinados que siempre llevarán en sus corazones, hasta la muerte tal vez, las sonrisas tristes y despedidas de aquellos afectos que se quedan en la aldea, los cuales, es probable, nunca vuelvan a ver.

Una chica camina por las calles, con todo su equipo ninja, preparada para reunirse en la zona de concentración. Su cabello oscuro revolotea por la brisa cayendo en su pálida tez y ocultando la desolada mirada de sus ojos al pasar por aquella calle; una pequeña sonrisa aparece cuando vislumbra la terraza de un apartamento.

—Naruto-kun...

Hace días que no sabe nada de él, se supone que la Hokague lo envió a una misión importante, extraño, teniendo en cuenta que la guerra está a las puertas; la chica supone que tenga que ver precisamente con la preparación de la misma. Sigue observando un rato más la terraza conforme se imagina cuán desordenado habrá dejado el apartamento. O cómo será por dentro, si quizás pueda conocer más de su personalidad al verlo. Esas son insignificantes cosas que pasan por la mente de ella que está plagada de pensamientos sobre él.

—Lo amas, Hinata –no es una pregunta, es más bien, una afirmación —. Hasta ahora no me había dado cuenta de ello.

— ¿Q -que? –Le dice nerviosa — I –Ino-san... ¿por qué dices eso?

" —Naruto —kun, yo...Te amo.

Cuesta expresar los sentimientos. Un te amo casi nunca se dice; y cuando se dice, no es escuchado"

—Vaya... no puede ser –dice Ino —. Naruto es un tonto por no darse cuenta.

« Lo es »

Lo que nunca ocurrió.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora