Capítulo 12 | La Condena Del Tiempo

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VANYA

2:12 am.

En un libro leí que si permaneces quieto por quince minutos lograras concebir el sueño, pero yo soy el claro ejemplo de que aquello a veces puede ser una mentira. Llevo viendo el techo por más de treinta minutos y sigo sin poder dormir. Posiblemente la razón de mi insomnio puede ser porque me la paso pensando en el rechazo que hice hacia Cinco ayer por la mañana. El no tomar su mano y negarme a su ayuda me impide relajar la mente. Su mirada de decepción aparece cada vez que cierro los ojos así que los he tenido abiertos durante esta noche. El silencio habita por toda la casa y lo único que puedo oír es el viento golpear contra mi ventana y el ruido de los autos que transitan afuera de la academia. El frío es notable ya que, cuando suspiro, el vapor que sale de mis labios me hace entender que el invierno esta aquí, incluso mi nariz ha estado congelada desde que la noche cayó. Cuando vuelvo a exhalar todo el aire que contengo en mis pulmones, miro de pronto mi puerta y tengo la cuestión si Cinco estará despierto, pero si no lo está, puede que tenga la oportunidad de escribirle alguna nota de disculpas para ponerla debajo de su puerta. Así que, teniendo esa idea en mente, salgo de la cama sin dudarlo dos veces.

Arranco una hoja de mi cuaderno y tomo el lápiz entre mis dedos a medida que tomo asiento en mi silla frente a mi escritorio. Pienso un poco en mis palabras antes de hacer los trazos en la hoja blanca.

—Será una disculpa sencilla—Susurré para mí misma y empecé a escribir la carta.

Camino entre el pasillo oscuro con mucho cuidado tratando de no ocasionar ningún ruido, pero con ayuda de mis pantuflas, mis pasos suenan casi inaudibles. Lo único que me refugia del frío es la bata azul que uso por encima de mi pijama que nos dio nuestro padre como regalo de cumpleaños. No es algo que esperábamos, pero es útil.

Cuando me pongo enfrente de su puerta, miro por última vez el sobre que sostengo entre mis manos donde contiene la nota que le hice a mi hermano. Su nombre lo escribí en cursiva para que resulte más formal. Cuando me dispongo a inclinarme para deslizar la hoja por debajo de su puerta, me detengo de pronto cuando escucho su voz detrás de la pared que nos separa.

—Yo sé que puedo..., claro que puedo.

Su voz sonaba algo molesta, posiblemente se hallaba irritado, pero la pregunta clara era el porqué. Respiro hondo y me vuelvo a levantar guardando la carta en mi bolsillo para luego, acomodándome el cabello, tocar su puerta con delicadeza.

Pensé por un momento que preguntaría quien era el que tocaba la puerta, pero no lo hizo. La abrió de pronto y nuestros ojos se cruzaron, su expresión cambió repentinamente a uno de asombro, pero luego lo borró y volvió a tener una mirada inexpresiva.

—Lamento molestarte—Dije raramente en un tono frágil, volviéndome a sentir tímida.

—No lo haces—Habló en voz baja al igual que yo y miró detrás de mí por un momento—. Entra.

Se hizo a un lado y decidí adentrarme a su cuarto que se encontraba un poco más iluminada que el pasillo gracias a los rayos de luz de la luna. Al oír que cierra la puerta a mis espaldas, me giro para ver de nuevo su rostro.

—Oí un poco lo que decías—Al principio pensé que no sería una buena opción decirle que escuché sus quejas, pero no sabía que más decir—, ¿todo está bien?

—Mi padre—Hizo una mueca y caminó hacia su cama para tomar asiento—, no me da la oportunidad de demostrar que más puedo hacer con estos poderes.

Sus ojos se dirigieron a sus manos por un momento antes de devolverme su atención.

—Pude haber evitado el robo de ayer.

INOCENCIA | Vanya & CincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora