Capítulo 16 | Un Alma En Pena

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VANYA

9:17 am.

No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí feliz, o tal vez, querida por alguien de esta casa. Quisiera decir que mi madre me quiere como una verdadera humana, pero tal vez fue programada para eso, para que nos cuide y nos alimente, ya que nuestro padre jamás tuvo el tiempo para hacerlo. Perdí los días contados, las veces en que miré su cuarto solitario o cuando miro su asiento en el salón de clases vacío. Todos nosotros ya no hemos vuelto a ser los mismos, ni siquiera las fechas navideñas nos animan como a otros niños.

—Vanya.

Me retiré de la ventana cuando escuché una voz a mis espaldas. De igual forma perdí la cuenta de los minutos en los que llevo viendo los copos caer sobre mi ventana. Cuando veo que se trata de mi madre, me levanto sin ningún problema y aliso mi falda antes de acercarme un poco.

—Hola, Madre—Hablé en un tono bajo, ni siquiera mostraba algún ánimo al hablar.

—Saqué la estrella para el árbol—Sonrió al momento en que me mostró aquella estrella dorada entre sus manos—, ¿te gustaría colocarla?

Recuerdo que —o de lo poco que logro recordar— mi padre no permitía en absoluto decorar la casa con festividades, tampoco nos accedía a celebrarlos o creer en lo que los niños normales deberían dé. He oído sobre Santa Claus, en el hada de los dientes y el duende verde entre las calles o lo he visto como publicidad en los periódicos que deja mi padre cuando termina de leerlos, pero jamás crecimos rodeados de aquellas mentiras. Nuestro padre siempre nos trató como adultos desde el momento en que empezamos hablar, así que no nos podemos comparar como otros niños que sí tienen esa vida llena de festividades. Pero todo cambió gracias a nuestra madre, Grace, que un día decidió decorar la casa de navidad porque logró convencer a nuestro padre en que debíamos de tener algo del mundo real dentro de la academia, así que cada año tenemos la oportunidad de decorar la casa y recibir regalos por parte de nuestro padre, aunque no es lo que esperamos.

Sin embargo, desde que Cinco se fue, nuestros entusiasmos han caído en picada y hemos dejado esta tradición que en un momento nos hizo sentir felices, así que sé que este año no será lo mismo.

—No creo que pueda, madre—Susurré algo apenada mientras me encogía de hombros. No me era fácil rechazar una propuesta de ella, pero en esta ocasión no deseaba hacerlo sin la presencia de todos mis hermanos.

—Entiendo—Su sonrisa se encogió un poco y se marchó sin decir otra cosa, sólo se fue como un robot obediente.

11:23 am.

La casa está tan solitaria que soy capaz de oír desde el segundo piso como el fuego quema la leña de la chimenea de la estancia. Mis hermanos, en pleno desayuno, recibieron una emergencia y no se tardaron en ir de inmediato a por sus antifaces e ir con mi padre al centro de la ciudad. Desconozco si es algún robo o tal vez un secuestro, pero sé que lo lograrán a pesar de no tener a Cinco a su lado.

Camino entre el pasillo deslizando mis dedos entre la pared hasta que veo las habitaciones de los demás. Solía entrar y rebuscar entre sus cosas en busca de secretos, pero dejé de hacerlo por la culpa que ahora me envuelve, aunque, cada vez que paso por el cuarto de mi hermano, siento como mi corazón se estruja contra mi pecho y siento que no puedo respirar. Su cama ahora está tendida y su ventana permanece cerrada para que el frío no entre por la casa, aunque recuerdo bien que en los veranos a él le gustaba tenerla abierta ya que decía que el aire fresco lo ayudaba a pensar.

Sigo caminando hasta que llego a la pequeña sala de pinturas que se encuentra a un lado de las escaleras, sitio donde reposa mi madre y observa los cuadros mientras recarga la batería. Cuando me acerco ahí, me detengo en seco al ver la decoración navideña que me rodea.

INOCENCIA | Vanya & CincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora