Capítulo 13 | Aferrarse A La Esperanza

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VANYA

8:55 am.

Pensé que la plática de ayer que tuve con Cinco iba a ser de gran ayuda, pero veo que me equivoqué. Mientras los demás siguen comiendo, ignorando por completo la discusión de nuestro padre con Cinco, yo no aparto la mirada de ellos. Incluso cuando enterró el cuchillo a la mesa hace unos minutos, mi atención fue dirija a él ya que no sabía antes cuales eran sus intenciones, y debo admitir que me sentí un tanto temerosa cuando hizo aquello.

Escucho de la nada como Cinco arrastraba su silla hacia atrás para luego teletransportarse a un lado de mi padre, pero él seguía comiendo tratando de no darle su atención.

—¿Ves?

No era capaz de pestañear cuando notaba que su voz se hacía cada vez más alta, sabía que Cinco lo que más quería hacer era demostrarle a nuestro padre lo que era capaz, pero yo deseaba gritarle que se mantuviera callado. Sé que después de esto, nuestro padre le pondrá un castigo mayor y yo no quiero eso para él.

—No entiendo.

Dejé a un lado mis pensamientos cuando ignoré por completo las palabras de mi padre, apenas me enfoqué en oír a mi hermano.

—Por eso mismo, no estás listo—Respondió mi padre con aquel tono serio.

Cuando noté que Cinco fijaba sus ojos en mí, negué con la cabeza para indicarle de alguna forma que se detuviera. No me sentía capaz de elevar la voz frente a mi padre, pero supuse que, con hacer aquella seña, Cinco me haría caso.

 No me sentía capaz de elevar la voz frente a mi padre, pero supuse que, con hacer aquella seña, Cinco me haría caso

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No lo hagas—Fue lo que pensé, pero devolvió su mirada a nuestro padre.

—No tengo miedo—Respondió con un tono rudo.

Cuando volvió a alegar frente a nuestro padre, comprendí por completo que ignoró lo que trataba de decirle.

—Ese no es el problema. Los efectos que podría tener en tu cuerpo, incluso en tu mente, son impredecibles.

Los demás parecían ignorar la situación, pero sé que, a medida que comen o cortan su comida, escuchan la charla de ellos ya que siempre se han sentido atraídos por las peleas en donde nuestro padre participa. Cuando apenas volví a ver a Cinco, noté que se marchó hacia la entrada dando pasos largos y rápidos. Yo me había levantado un poco de mi asiento cuando lo vi retirarse, desorientada ya que no sabía lo que iba a hacer.

—¡Número Cinco! ¡No puedes retirarte aún! —Gritó nuestro padre—. ¡Vuelve aquí!

Lo último que oímos todos fue como la puerta de la academia se cerraba con fuerza para luego formar un silencio remoto en el comedor. Noté que nuestra madre cambió su expresión a una preocupante y avanzó un poco en dirección a la entrada, pero mi padre, sin levantarse de su silla, la sujetó de la muñeca.

INOCENCIA | Vanya & CincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora