05

725 104 84
                                    

A la mañana siguiente me encontraba en la cocina, listo para llevarle el desayuno a Minho, cuando en eso se escuché un fuerte grito, uno inconfundible, era la voz de él. Rápidamente subí las escaleras y al llegar a su habitación comprobé que era cierto, allí estaba su madrastra observando cómo le inyectaban otra vez esa maldita droga.

—Señora por favor, esto no es una medicina. ¡Es una-...!

—Una qué, ¿me estás dando la contra?

Negué rápidamente.

—No es eso, señora Choi, es solo que la inyec-...

Ella enarcó una ceja, su mirada era fija y fue en ese entonces donde recordé las palabras de Kibum "No dejes que ella descubra cuál es tu punto débil"

—Nada, perdone señora.

Agaché mi mirada y me puse a un lado de la habitación, aguantando los gritos y ruegos de Minho porque parecen, me sentía un completo estúpido ahí, incapaz de hacer algo. Cuando salieron yo me acerqué a su cama, mis lágrimas comenzaron a salir por si solas.

—Perdóname – tomé su mano - No pude hacer nada.

De pronto sentí que mi mano era tocada por otra, muy cálida. Al abrir mis ojos me di cuenta de que era la de él, entreabrió los ojos con pesadez y me sonrió suave. No pude contenerme más y me abracé a él, era yo quien debía consolarlo no él a mi, de pronto noté que su mano que había posado sobre la mía, caía hacia un lado de la cama. El dopante que le hayan inyectado, había hecho efecto.


Era ya de noche, deseaba irme ya de esa casa, necesitaba encontrarme conmigo mismo, ver a mi madre. Le pedí permiso al señor Seo y le dije que regresaría el lunes a primera hora.

A la mañana siguiente y tras desayunar, mi madre y yo tuvimos una larga charla. No sabía cómo explicarle el hecho que trabajaba para esa clase de personas, y aun no le había dicho que estaba al cuidado de un chico, pero uno muy especial.

—Y bueno, cómo te ha ido en tu primer mes de trabajo en esa casa.

—No sé por dónde empezar, mamá – le sonreí leve y tras un suspiro empecé – cuando llegué a esa casa todos me recibieron de la mejor manera, me costó al principio acostumbrarme a su ritmo, pero al final lo logré, me desempañaba bien y por ello conseguí el trabajo. Pero fuera de ello tenía algo extra que hacer, que claro también era pagado. Estar al cuidado de un joven, el hijo del señor Choi.

—Oh, pobre chico, ¿es discapacitado?

—No, es "una bestia". Es decir, se comporta como tal por culpa de unos medicamentos que le dan, ha tenido un trauma de niño y tiene reacciones de la nada.

—Entiendo ¿y eso es lo que te incomoda o te tiene tan pensativo, cariño?

—No mamá, eso no es, dado que he descubierto que tras ese chico con aspecto descuidado y tosco, se esconde un buen joven con un noble corazón, lo digo porque lo he tratado y me ha ayudado en cosas que ni pensé.

—Se nota que le has tomado cariño al joven Choi, pues al hablar de él te brillan los ojos.

—Lo quiero mucho – admití – pero las cosas se complicaron cuando llegó su madrastra a casa, es una mujer prepotente y egocéntrica

—No todo puede ser felicidad ni a todos se les puede caer bien, hijo.

—Lo sé, mamá, pero ello no tiene que ser excusa para que pasen por sobre mí.

—Qué raro que soportes todo esto, conociéndote al primer reclamo que te hagan tú te salías del trabajo.

—Si me quedo es por Minho, que es como se llama el joven Choi. Quiero ayudarle a que se recupere, pero dada las circunstancias lo veo difícil.

In your eyes [2min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora