Capitulo 23

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Cerre la puerta y me queda tan resignada y cabreada ese día que estar ahora vistiéndome para ir a dar mi primer baile oficial para él se me hacía bastante raro, no tenía ganas de verle realmente, no después de lo que sucedió.

Me terminó de colocar los tacones y salgo de casa dirigiéndome hacia el coche, no tenía ganas de esta situación, quizás si no hubiera aceptado todo sería diferente, pero a quien quiero engañar, esto es lo máximo que obtendré de él.

Abro el coche y meto las llaves en el contacto haciendo que el coche se encienda y sintiendo el rugir del motor recién encendido, pronto me abro paso por las avenidas y calles que conducen hasta su alejada mansión, allí debe de estar el ya esperando mi llegada me puse a pensar.

Al llegar me abre la puerta una señora de servicio de unos 50 años afroamericana muy bien vestida con un uniforme de limpieza, me sorprende, nunca jamás había visto más personal en esa casa que a su chófer, por lo que veo, no soy la única contratación de Don Mathers últimamente, este pensamiento me hace reír un breve instante hasta que oigo la voz de la señora de fondo.

-El señor está apunto de llegar, si me permite- señala mi abrigo y yo se lo entregó con amabilidad y le sonrió.- Espere en el salón.

Al entrar en el salón recuerdo la noche en la que me invitó para pedirme disculpas, su intento de hacer unos canelones aún me hace reír, contemplo el sofá, ese bendito sofá donde Marshall y yo habíamos disfrutado tanto con anterioridad pero al instante recuerdo de que eso ya no será posible de nuevo, en fin.

Marshall tarda en llegar más de lo que pensaba, llevo un cuarto de hora aquí observando al detalle cada rincon de aquel gran salón, el inmenso sofá donde me sentada  era de un cuerpo negro, la chimenea de enfrente, debajo mía una gran alfombra gris a juego con las paredes de la habitación, en un lateral estaba la gran cristalera que ocupaba todo el ancho y largo de esa pared que deja una gran visión al patio y piscina que tenía y en el otro lado había una gran estantería con premios que también adornan la pared, es un bonito sitio y el minibar en una esquina y jamás me había fijado tanto en el como ahora, realmente cada vez que estaba allí, solo tenía ojos para Marshall.

-Nena perdona por la tardanza.- noto unas manos frías como el hielo rodeando mis hombros por la espalda. - He estado muy liado en el estudio, no quería llegar tarde pero no he tenido otro remedio.

Al girar observo esos ojos azules tan bonitos mirándome y una sonrisa en su rostro, lleva el pelo muy rubio, es tan Slim Shady en su apariencia pero su sonrisa me dice la contrario.

-No pasa nada, siéntate y empecemos.- dije fría y muy cortante, quería que notara que aún estaba molesta pero no se sio cuenta.

-Si nena necesito que me calientes hoy.- realmente hoy hacia frío, el otoño se estaba empezando a notar en la ciudad, todos lo notabamos, también lo note en sus frías manos al rodearme antes.

Se sentó y sin mayor brevedad Marshall le dio a un botón de un mando que estaba colocado en el sofá, empezó a sonar música, nunca sabía de dónde salía la dichosa música, e incluso hoy que había tenido tiempo para observar la habitación con detenimiento lo sabia.

Comence a quitar bailar para él, muy cerca de él, incluso sentándome encima de él mirando su erección en mi trasero, necesitaba hacer que se muriera de ganas de ver todo lo que se pierde, quería ser mala. Segui contorneandome muy cerca de él, cada vez con menos ropa, muy sensualmente me puse de rodillas y empecé a pasar mi cuerpo desnudo a excepción del tanga y mis largos tacones por el suyo, como si fuese una serpiente repte por él. Se mordía el larbio, sabía que le estaba encantando todo, que hoy estaba haciendo el mejor baile que jamás le había hecho a Marshall en su vida.

The stripper 2 | Eminem y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora