Capítulo II

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Se había levanto tarde nuevamente. Los chicos estaban esparcidos por la zona y ella no sabía donde ir. No encontraba a Newt, Alby o Minho. A pesar de ser un lugar ciertamente reducido y controlado por cuatro paredes, será difícil para ella encontrarse con alguien de su confianza.

Su estómago rugía, tenía hambre y desconocía donde conseguir los alimentos. Se sentó en el pasto y fijó la mirada en las murallas grisáceas. No tenía ganas de entrar, no quería conocerlo y sobretodo, no le daba confianza en lo absoluto. Le daba un leve escalofrío a su cuerpo en tan solo pensar en lo que había comentado Newt la noche anterior. ¿Qué debe haber allí dentro para hacer desaparecer a una persona? ­¿Habrán entrado en algún momento?, se preguntó. ¿Y si de verdad su desaparición se debe a que encontró una salida?. Estuvo sentada por varios minutos. Las personas que había saludado la noche anterior pasaban a su lado con una sonrisa, pero nadie se detenía ha preguntar ante su actitud o hacerle compañía. Ella tampoco quería comentar algo, pensaba que tal vez estaban bastante ocupados para acompañarla por unos instantes.

Estaba aburrida, quería hacer algo, y ahí recordó lo que le había dicho a Newt antes de volver a conciliar el sueño la noche anterior, iban a buscar una salida.

Mantuvo su mente ocupada observando y analizando el lugar desde donde estaba, las ideas no surgían. Por cada intento, su ceño cambiaba una y otra vez. Refregaba su mano en su rostro; se mordía los nudillos; jugaba con el lóbulo de su oreja; se rascaba la nariz; hacía una variedad de movimientos pero las ideas no aparecían en lo absoluto.

La sombra de un chico se posó sobre ella, reflejándose en el pasto: enorme y con una posición a la defensiva. Giró su cuerpo, inclinó su cabeza hacia atrás, puso una mano en su frente y con los ojos entrecerrados trató de divisar a la persona que tenía delante de ella. La cabeza del chico tapaba una parte del sol, sin embargo eso no impedía que los rayos solares buscaran alguna forma de fastidiarla a ella y a sus ojos. Se levantó con torpeza para quedar de su porte, no resultó ser un chico alto como su sombra proyectaba, pero era unos centímetros más que ella. No lo había visto. Su rostro no se le hacía familiar, no recordaba esas facciones, mucho menos su nombre si es que se llegó a presentar. Tenía la cara roja y el ceño fruncido con las cejas arqueadas, daba la impresión de estar molesto. Sus ojos eran azules y su cabello era claro, no distinguía el color por la molesta luz solar. Tal como lo había supuesto, tenía los brazos cruzados, con los puños al descubierto. Vestía con una remera azul que se ajustaba a su contextura gruesa.

Fijó la mirada al suelo, se sintió avergonzada por haberlo observado por una cantidad de minutos que ni ella pudo calcular. Pero no, no lo recordaba.

Mojó sus labios antes de hablar.

―Disculpa, pero no te había visto por aquí ―dijo un poco tartaja. Estiró su mano en amago de saludo―. Aún no recuerdo mi nombre... ¿tú eres...?

―Gally ―contestó él con una voz grave, ignorando por completo el gesto de amabilidad de su compañera.

Ella no lo pasó por alto.

―Sabes que con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos.

―Vaya, que chica lista ―dijo sarcástico.

Ella negó con la cabeza con los labios fruncidos, no sabía si sonreír para no demostrar que se sintió ofendida por el comentario o hacer una mueca al no entender el comportamiento de su compañero Gally. Bajó la mano y se cruzó de brazos. Si él quiere estar a la defensiva, también lo haré.

―No lo entendiste, ¿cierto?

―No necesitas ser muy obvia con tus comentarios, chica.

El chico generaba una sensación de roce poco agradable con ella, despertaba un lado oscuro y lleno de ira que, por lo que recuerda, solía controlarlo con facilidad. Iba a contestar, pero otro chico apareció en el grupo.

Error in the Maze | Newt | Ac. LentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora