Capítulo XLIII

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—Te he escuchado decirlo —comento Teresa dubitativa, aún extendiendo su mano.

—¿En serio? ¿A quién? —atacó Indira.

—¿De verdad me interrogarás por una frase?

—Sí, ¿algún problema? —Teresa bajó el brazo—. Primero llegas al área, todo bien. Luego despiertas y admites que activaste algo, a partir de eso, las compuertas del Laberinto no se cerraron, dejando entrar a los malditos Penitentes. Después vienes aquí y citas una frase que solo se lo he dicho a una persona que ni siquiera llegaste a conocer y me dices que lo escuchaste... ¿no crees que tengo derecho a dudar todo lo que dices? Tú debes darme una razón convincente para confiar en ti.

La puerta de la habitación de armas se abrió interrumpiendo el ambiente tenso, salvando a Teresa de una desagradable interrogación.

—Indira —escuchó la voz de Newt.

Ella fijó la mirada en el segundo líder, quien se encuentra apoyado en el umbral de la puerta. Atrás suyo había algunos habitantes, entre ellos destacaba la pálida piel de su amigo Jung. Indira abandonó la posición a la defensiva, dejando caer ambos brazos y respirando hondo. Agachó la mirada incómoda, como si él fuera su padre y ella una pequeña niña que había cometido un error.

—Tenemos mucho que hacer —comentó Newt entrando a la habitación rodeando la mesa donde se encuentran los mapas trazados—, y disponemos de poco tiempo. Pronto llegará la noche, y tendremos que defendernos ante otro nuevo ataque.

Newt explicó el deber de cada uno y el objetivo principal. Indira volvió a colocarse en su posición, tomó un marcador y comenzó a trazar las líneas sobre el papel encerado. A su lado se encuentra Jung, él está encargado de recortar los trozos de papel junto a otro habitante. Frente a ella está Newt concentrado trazando líneas.

—Veo que no te llevarás bien con esa larcha —susurró Jung. Indira solo soltó una risa entre dientes para no llamar la atención—. ¿Qué sucedió antes de que llegaramos?

­—Quiere que confíe en ella —susurró Indira con indiferencia—. Pero no lo va a conseguir.

—¿Solo eso? —preguntó con estupefacción—. Tu rostro mostraba que querías asesinarla, pensé que era algo más grave.

—Creo que si no hubiesen llegado, me transformaría en una asesina —cambió de papel y levantó su rostro con miedo de que Newt hubiese escuchado eso. Al notar que aún seguía trazando líneas con el ceño fruncido, continuó—: Pero cambiemos de tema, de verdad me descompone hablar de esa cara de plopus.

Un carraspeo de garganta interrumpió el amigable parloteo de Indira y Jung. Ambos observaron al frente hasta toparse con la mirada penetrante de Newt. Indira volvió a su trabajo al igual que Jung. De reojo, ella observó que el segundo líder mantuvo su postura por unos largos minutos, luego volvió al trabajo de trazar líneas.

—No sé si esa mirada era porque estábamos conversando, o por celos —soltó Jung en susurro.

—Un poco de las dos —rió con nerviosismo—. ¿Y tú? Que me cuentas sobre Minho, no he sabido nada más sobre ustedes después de ese día.

Jung dejó de cortar por unos momentos. Recopiló todas las hojas cortadas y las colocó al centro de la mesa. Tomó otro poco de papel encerado y retomó su labor.

—Bueno... seguimos conversando, es un gran paso —rió con nerviosismo—. Pero por ahora, no quiere que sucede nada hasta... bueno tu sabes.

—Entiendo. ¿Y cuando lo harás?

Error in the Maze | Newt | Ac. LentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora