29. Nombre

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Por una fracción de segundo, después del odio, Will se quedó con la mente en blanco. Ya no quería gritar, es más, ni siquiera tenía palabras que poder sacar a golpes de su boca. La sonrisa del hechicero lo había descolocado por completo. Era diminuta, apenas curvada hacia arriba, pero se sintió como un golpe dentro de su pecho.

Luego recordó cómo se podrían ver sus labios si su sonrisa se volvía más intensa, recordó cómo podrían brillar sus ojos si soltaba una carcajada sincera. Le temblaron las piernas. Entonces, recordó lo que había pasado anoche. No, el recuerdo que le había hecho ver anoche. ¡No! La ilusión que había metido en sus sueños, a la fuerza.

Y se enfadó de nuevo.

—¡¿Por qué hiciste eso?! — preguntó, casi escupiéndole las palabras— ¡¿Quién te crees que eres para hacerlo?!

—¿Hacer qué? — preguntó el hechicero, mirándolo directamente a los ojos. Por un momento, Will dudó... Estaba actuando como un idiota, ¿realmente iba a reclamarle por un sueño? ¡El hechicero no tenía la culpa de lo que soñaba Will! Excepto que... Había un brillo en sus ojos, un brillo que gritaba falsa inocencia.

¿Y cómo había sabido Will dónde encontrarlo, si su sueño en el que lo vio en la cofa no había sido real? ¿Cómo recordaría su sonrisa, si no había sido él mismo quien se la había mostrado? ¿De dónde iban a provenir los recuerdos de Will, sino de él, si Will jamás había estado frente – o dentro- de un lago como aquel? No... Este maldito hechicero no iba a engañarlo, Will sabía muy bien qué él entendía lo que le estaba diciendo.

—¡Tú sabes de lo que estoy hablando! — le espetó de nuevo.

—¿Ah, sí? — el hechicero mantuvo su mirada de inocencia un momento más, luego sonrió y declaró—: ¿Por qué no lo dices en voz alta?

Will quiso golpearlo. ¡Obviamente no iba a decirlo en voz alta! ¡Se estaba burlando de él!

Su mente lo golpeó con la imagen de su otro yo desnudándose sin pudor alguno, casi pudo verse de ese modo, reflejado en las pupilas de los ojos del hechicero. No pudo soportarlo, sintió el rubor subir hasta sus mejillas, sus orejas parecieron arder en llamas. Sus manos se estrellaron contra su rostro para intentar ocultarse. ¡Ah, era tan putamente vergonzoso!

—Will...— Percy habló, acercándose tentativamente— ¿Te encuentras bien? ¿Qué suce...

Sintió las manos de Percy acercándose, como hacían siempre que intentaba hablarle con complicidad, una bajando desde su hombro hasta su pecho, la otra subiendo desde su cintura. Pero, tal y como si Will hubiese estado realmente ardiendo en llamas, Jackson se apartó súbitamente. El sonido de un sable desenvainándose le hizo abrir los ojos súbitamente.

El hechicero tenía ahora la espada contra la garganta de Jackson. Sus ojos ya no estaban mostrando esa luz de inocencia juguetona, estaban desenfocados nuevamente, como el día anterior, justo antes de que empezara a caminar por la superficie del Argo, mirando por los costados, sin motivo aparente.

Estúpidamente, Will no se había dado cuenta del peligro en el cual se encontraba al enfrentarse con tanta altanería frente a un hechicero, pero, al observar como se había movido de rápido para amenazar a Jackson con cortarle la cabeza si se acercaba un centímetro más, supo que tenía que dar dos pasos hacia atrás y rezar a los dioses por su protección antes de que el hechicero decidiera matarlo.

Por algún motivo, sus pies se negaron a hacerle caso, se quedó tan cerca del hechicero como antes, viendo la espada deslizarse cada vez más hacia la garganta de Percy. ¿En qué diablos había estado pensando? ¿Por qué le había gritado? ¿Y qué rayos era lo que él había dicho, de todos modos? Su cerebro se negó a olvidarlo:

El Corazón Maldito - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora