27. No es él...

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No quiero ver nada más, ahora que te he visto, jamás podría dejar de mirarte... He estado durmiendo demasiado tiempo en una noche oscura de veinte años. Ahora estoy despierto. Ahora veo la luz del sol... Solo veo la luz del sol. — T.S.

Will miraba con los ojos desorbitados la escena que se mostraba frente a sí mismo. No podía siquiera parpadear. Primero, solo había intentado acercarse hacia aquel joven maltrecho que había aparecido en la nave, pero luego de que este fuese herido por Percy, él ya no podía dejar de mirar la sangre que caía desde su torso hasta el suelo, dejando pequeñas gotitas, de camino hacia el tumulto de cuerpos en medio del cual se encontraba Frank.

Por un instante, algo llamó su atención. Era algún tipo de movimiento en el otro lado de la cubierta, donde Leo estaba entregándole a Percy algo. El capitán le dirigió unas cuantas palabras, quizá si Will hubiese podido concentrarse en ellos, habría escuchado lo que decían, pero lo cierto era que sus ojos empezaron a moverse con la misma autonomía con la cual sus pies estaban haciéndolo.

Y el muchacho estaba sangrando. Necesitaba curarlo, los dedos de sus manos hormigueaban por la necesidad de sanarlo.

Antes de darse cuenta, ya estaba mirando en su dirección, nuevamente. Notó como la espada tocó la piel de Hazel, cortó una capa superficial, y luego se detuvo. El joven de cabello negro alejó el arma de ella, al tiempo que la observaba fijamente. Su cabeza se inclinó hacia un lado, quizá dudando por un segundo, y al siguiente, su mano izquierda aferró con fuerza la hermosa cabellera rizada de la bruja, para dar un tirón sin compasión y lanzarla al piso, quitándola de en medio.

La espada volvió a levantarse en el aire. Esta vez en posición vertical, sobre la cabeza de Frank, iba a empalarlo, quizá. O tal vez quería degollarlo, o simplemente atravesar su frente con la afilada punta de la espada. A Frank no le había dado tiempo de levantarse, parecía estar paralizado, de rodillas en el suelo.

—¡No! — La bruja gritó una vez más—Hermano, por favor... ¡No!

—¡Hey! Hechicero— La voz de Percy se escuchó al mismo tiempo que la de la bruja, sin embargo, por un momento ninguno de los dos consiguió llamar su atención. Entonces Percy levantó su mano en alto con el amasijo de lodo y paja entre sus dedos— ¡Mira lo que Zeus te envía de regalo, maldito hechicero!

Por segunda vez, el joven de cabello negro se detuvo en medio de su ataque, giró la cabeza ante el llamado del capitán Jackson, y esta vez se mostraba incluso más furioso que antes. Sin embargo, al mirar lo que Percy tenía en la mano, todo su comportamiento corporal se modificó, incluso más que el de Hazel cuando Jackson utilizaba la misma técnica con ella.

—Percy... No...— La bruja murmuró, aún en el suelo, incapaz de levantarse, negando velozmente con la cabeza.

Pero si Jackson la escuchó, fingió no hacerlo. O quizá simplemente no le importaba en lo más mínimo intentar tener algo de compasión. Una sonrisa soberbia adornaba su rostro sucio a causa de la batalla. Algo que Will había aprendido sobre el capitán Pirata, era que él pensaba rápido. En un primer segundo podía ser completamente ignorante, pero, al instante siguiente, cuando el más mínimo grano de arena se movía, él conseguía atar nudos y crear un nuevo plan de ataque a su favor.

Las palabras pronunciadas por Castellan mientras lo tuvo apresado, la aparición de la nave de ébano, la seguridad con la cual la bruja había puesto su cuerpo frente a Frank, quizá demasiado confiada de que no iba a morir en el intento, le hicieron saber a Jackson, que se estaban enfrentando a otro hechicero. Aquel sobre el cual Hazel les había relatado su historia. Tenía sentido, además, que lo primero que hiciese la bruja, fuese buscar a su único familiar vivo... ¿Para qué? ¿Para que le ayudara a librarse de ellos?

El Corazón Maldito - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora