♚Capitulo 13: Los muertos no cuentan cuentos parte 1♔

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Candy

Después de veinte días la herida sanó dejándome una fea cicatriz en medio de la espalda. Pero en fin, nadie la vería; Nadie vería la marca que me salvó la vida.

Total, si se lo cuento a alguien nadie me creería.

Me bajé de la carroza frente al cementerio, Ciel quería enterrar a su hermano en la tumba que le hicieron el día del incendio (que a lo mejor estaba vacía).

Cuando llegué saludé sin conocer a nadie. Había un chico alto de piel morena junto a su mayordomo, los sirvientes también estaban con Sebastian y mi padre; y una rubia con coletas que junto al Moreno abrazaba a Ciel llorando. Mire a Ciel arqueado una ceja, él entendió mi referencia y rodó los ojos.

Pasó una semana desde ese entonces; Yo iba y venía de mi casa a la suya. Aveces Ciel me esperaba en su mansión de la ciudad para que yo no tuviera que ir sola a las afueras; Cuando nos quedamos solos suelo robarle uno que otro beso y ver cómo se sonroja y hace cómo que no le importa o eso pienso yo. No se lo que somos, si somos novios o solo amigos... Amigos que se besan. Ciel es muy reservado en tema de amor y eso lo entiendo, pero si de verdad hacía que no le importaba, actuaba demasiado bien (Sin mencionar que lleva esa semana sin morderme) Por lo que me convenzo a mi misma de no ilusionarme. No quiero acabar con el corazón roto.

Ahora estoy en mi cuarto buscando algo que ponerme y no me decido. Iré a la mansión de Ciel, hoy hace un buen día y no me apetece pasarlo sola en casa.

Doy un brinco del susto cuando veo a mi padre de pie en la puerta, sonreia mientras me miraba.

— ¡Haz ruido o algo!— me quejo y él sonríe.— No se qué ponerme, ¿Me ayudas? — .

Este..— dijo tomando un vestido negro que tenía en la cama.

Demasiado negro ¿No crees? No voy a un funeral—

— Entonces no me preguntes—  me dijo haciendo un puchero y se fue dejándome sola. Aveces es un poco infantil.

Me puse un vestido largo azul oscuro, unos tacones, me peine lo mejor que pude y me subí a una carroza. Cuando llegué le pagué al conductor y caminé hasta la entrada; Alli ví a Finny hablando con dos albinos con trajes blancos.

—¡Buenos dias — saludo.  —¿Se encuentra el conde en casa?  —  pregunto formal porque sabia que estos hombres eran los mayordomos de la Reina. 

—Está en su despacho ... creo— responde Finny.

—Ya que vas.. ¿Podrias darle esto? — el más joven me entrega una carta con un logo. Le sonrió y me despido de ellos; Guardo la carta en mi vestido, subo las escaleras hasta el segundo piso y toco la puerta de su despacho.

—Si no me traes algo dulce esta vez, ¡Largate! — dijo.

Ciel escondía su cabeza entre sus brazos mientras se apoyaba de la mesa. En ella habían montones de papeles y algún juguete  por el medio.

—No te traigo nada, pero puedo hacerte unas galletas dulces— dije riendo, sé que no se refería a mi cuando habló. Subió la cabeza enseguida y me miró.

—¿Y a qué esperas y no las haces? —.

—El joven amo no va a comer nada— di un respingo del susto, no escuché a Sebastián cuando entró. —La comida estará en diez minutos, así que le ruego por favor que no coma nada — le dice y luego fija sus ojos en mi. —Señorita Crevan, no sabía que venía hoy—.

—Lo siento, vine sin avisar. Espero no ser una molestia—.

—Claro que no— contesta—Le diré a Mey-Rin que coloque un plato más en la mesa— dicho esto, da una reverencia y se va.

—No sabía que eras tan glotón— tomo una silla y me siento frente suya.

—Me gustan los dulces— contesta y se levanta de su silla para acercarse a mi. —Los chocolates, pasteles, los caramelos— Ciel me ponía nerviosa, mientras hablaba se acercaba más a mi rostro y dejaba ver sus colmillos, sin olvidar su ojo demoniaco (El otro estaba tapado por el parche) —Y también tu sangre— me estremece sentir su lengua lamer mi cuello. Voltee la cara y cerré los ojos; no voy a negar que me gustaba.

—Hace días que no me muerdes— le digo, abro los ojos y lo miro a la cara.

—Porque mientras más tiempo pase sin hacerlo más rica me sabra tu sangre—. Ciel clavo sus colmillos sin que yo me lo esperará. De la impresión me eche hacia atrás en la silla y caímos al suelo;Él quedó encima mio, di un gemido en voz alta pero Ciel colocó una de sus manos en mi boca antes de que siguiera. Me sentía en las nubes, sentía que la temperatura me subía; Esa sensación inespicable pero satisfactoria recorría mi cuerpo. No quería que él se detuviera, pero poco a poco lo hacía. Esa sensación desaparecía cuando él se despegaba de mi.

Cerré los ojos e intenté tranquilizar mi respiración; Me daba vergüenza que él se diera cuenta de lo que siento.

—Vamos a comer— se levanta de mi— Seguro que la comida ya está lista— Ciel se fue y yo me quedé atrás, llevé mi mano a mi cuello y aún sangraba. Antes de bajar, fui al baño a limpiarme y me solté el cabello para que nadie viera la mordida.

Mi Endemoniado Novio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora