Capítulo 6.

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Asher Middleton.

–Asher... esto es muy peligroso – dice Jaden entre dientes.

Lo mando a callar con una sola mirada y ayudo a Madeleine a subirse al auto de Jaden. Tiembla cuando la toco, así que trato de alejarme de ella para que no se asuste más de lo que ya está.

No sabía que le sucedía, solo sabía que había entrado a la biblioteca y ella estaba vomitando a nada de desvanecerse en el suelo.

Cuando salimos de la universidad, Jaden y yo miramos a Madeleine, está temblando en el extremo del auto. Aclaro mi garganta y ella me mira. Sus ojos están llenos de lágrimas.

–Necesitamos la dirección de tu casa – susurro para que ella me escuche.

Ella asiente y comienza a decírmela y yo sé la dicto a Jaden. Él lugar no estaba alejado de la universidad, así que no tardamos nada en llegar a su departamento, ella se da cuenta y se baja del auto con rapidez.

Le doy una mirada a Jaden y él suelta un suspiro.

–Solo ten cuidado, Asher – murmura.

Ruedo los ojos y salgo del auto siguiendo a Madeleine, que luce demasiado aturdida cuando llega a la puerta de su edificio, se tropieza abriendo la puerta y llego justo a tiempo para sostenerla.

–Lo siento... estoy muy alterada – susurra.

Niego con mi cabeza.

–No te preocupes, déjame ayudarte – murmuro.

Ella asiente intentando caminar bien con las piernas algo temblorosas, ella me dice cuál es su piso y el número de su departamento. La ayudo hasta que abre la puerta y me quedo de pie en la puerta.

Ella se voltea a verme y suspira aun intentando calmarse.

–¿Vas a estar bien? Quiero decir... ¿Vas a estar bien sola? – pregunto.

Ella se queda insegura.

–¿Podrías entrar? No quiero estar sola – susurra.

Abro mi boca para negarme, el venir aquí, que el portero me viera entrar y salir sin mis guardaespaldas ya era demasiado riesgoso. Sabía que Madeleine algún día se enteraría de quien soy realmente, pero definitivamente ahora no era el momento y debía decírselo yo mismo.

Pero el miedo en sus ojos me hace aceptar, sin siquiera dudarlo dos segundos. Rasco mi barbilla intentando descifrar que demonios estoy haciendo y en todos los problemas que me meterá esta decisión que acabo de tomar.

Pero Madeleine se ve demasiado mal, no creo que me sienta tranquilo hasta saber que al menos su madrastra ha llegado a cuidarla.

Me aclaro mi garganta y entro a su departamento con cuidado y Madeleine se va a la cocina, mientras yo la sigo sin saber qué es lo que se supone que yo deba hacer.

–¿Quieres café o algo? – pregunta en voz baja.

–No me gusta el café – respondo.

Ella se voltea a mirarme y aprieta los labios volteándose una vez más.

Alzo una ceja, pero no la presiono, algo le está pasando y no voy a presionarla por respuestas.

–¿Agua? ¿Jugo? ¿Té? – insiste.

Aprieto los labios.

–¿Qué tal si descansas un poco? – cuestiono con cuidado.

No sé cómo ella podría llegar a reaccionar.

Ella se tensa.

–No creo que pueda descansar – susurra.

–¿Qué tal avanzar tu dibujo? – intento. –Dijiste que dibujar te ayudaba a relajarte – digo.

Los dibujos del príncipe [#1] NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora