Capítulo I

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Me desperté con un fuerte dolor en la espalda, miré mi reloj y lamenté que ya fuera hora de levantarme, con suavidad llevé los pies al borde de la cama y me senté, con cuidado vi al hombre que dormía plácidamente a mi lado e inconscientemente temblé, no sabía en que momento mi marido se había convertido en un monstruo, ¿siempre fue un lobo con piel de oveja? ¿o es que yo destruí lo que teníamos?, al menos era lo que siempre me decía, cuando discutíamos.

Los momentos bonitos que vivimos, se veían hoy tan lejanos, que ya no podía recordar algunas cosas, como la sensación que sentía dentro del estómago al verlo llegar, o como me gustaba sentir sus dedos sobre mi piel, hoy sólo quedaba disgusto, incomodidad, miedo y resignación.

Cuando el cuerpo de mi marido se movió en la cama, me puse de pie con rapidez, no quería que el despertara y volviera a liberar sus frustraciones en mi persona, me coloqué una camisa grande y fui a preparar el desayuno, mientras hacía salchichas y huevos, pensaba que sería tan fácil huir de aquí, olvidarme de mis sueños y estúpidas ilusiones de un matrimonio feliz, tomar mis cosas y largarme, ser libre al fin y enterrar estos 5 años de tortura, en un lugar de mi mente, donde nunca nadie pudiera llegar.

Todo empezó con un no quiero que uses esa ropa, después fue un eres estúpido, no sé porque estoy contigo o sólo yo puedo hacerte feliz, la primera vez que uso sus manos para agredirme, fue para apretar mis muñecas y sacarme del baño, no recuerdo cuando fue la primera vez que me bofeteó, porque no le gustó la comida o me dio golpes de puño porque no hice lo que quería, sin embargo, recuerdo la última.

Ayer después de llegar borracho y enojado, porque uno de sus socios estaba desviando dinero, me ocupó como un saco de box, todo empezó cuando quiso sexo, yo estaba medio dormido para reaccionar, así que al sentir la presión de un cuerpo sobre el mío, me asusté traté de resistirme y al final terminé golpeado y mal follado, ya que, Kao sólo se preocupaba de su propio placer personal, sin colocar un ápice de interés en que al menos mi cuerpo alcanzará su propia satisfacción.

Terminé de cocinar y las lagrimas inevitablemente corrían por mi cara, cuando sentí unos pasos, las sequé y coloqué mi mejor sonrisa, esa que sólo estaba dirigida a la razón de mi existir, la única persona por la que daría mi vida, mi pequeño hermoso y tierno hijo.

-Mami tengo hambre, dijo mi bebé, el cual venía con su pijama de osito y su mantita azul, con cariño lo cargué en mis brazos y sentí de inmediato el dolor en mis costillas -Huele rico.

-Ve a sentarte a la mesa, dije besando sus mejillas y disfrutando de su olor -Te serviré tostadas y salchichas con huevo.

-Quiero zumo de piña, dijo el pequeño con una sonrisa - ¿Hoy iremos al parque?

-Claro, después del almuerzo amor, dije sirviéndole su desayuno y sentándome a su lado, con cariño acaricié sus cabellos y observé sus facciones, mi bebé era muy parecido a Kao, tenía el cabello negro y lacio como el, también su color de piel y sus mejillas, los ojos y la sonrisa eran míos, al menos eso decían todos.

-Mami, ¿Qué tienes ahí?, dijo apuntando mi brazo, el cual tenía los dedos de Kao marcados fuertemente - ¿Estás lastimado?

-No cielo, ayer estábamos jugando con papi y me hizo cosquillas, sabes lo fuerte que es, por eso sus dedos se marcaron en mi piel, dije sonriendo, cuando el asintió y siguió comiendo suspiré.

-La próxima vez quiero jugar con ustedes, dijo el terminando su vaso de jugo, de pronto su carita se iluminó y corrió a los brazos de su padre y ahí estaba la razón por la cual no dejaba a mi marido, mi hijo lo adoraba, era casi un superhéroe para el pequeño y no ayudaba el que Kao fuera un excelente padre, al menos lo era hasta hace unos meses, últimamente ya no tenía tiempo para el y a veces estaba mal genio, cosa que nunca había pasado antes con el pequeño.

Una luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora