NARRADOR OMNISCIENTEEl sol ya había salido cuando en aquella sala de espera solo se encontraba Sabrina con sus padres. Los primos de Dawson habían regresado a casa desde hacía unas cuantas horas atrás prometiendo que no dejarían de ponerse en contacto con ella o con Raymond para seguir al tanto. Éste último había llegado un poco antes de la marcha de la familia Fox a través de la llamada que Rossi le había hecho.
-Señora Carson... –El doctor Becker y Lory volvieron a aparecer frente a ellos con cara de mucha preocupación. – Lamentablemente, el estado del paciente no ha mejorado mucho después del ataque de shock causado por las quemaduras. Por ahora es mejor que no vuelva a recibir visitas y que espere aquí por si... –Pero Sabrina ya no fue capaz de seguir escuchándolo. Se dejó caer sobre el asiento de plástico llorando en silencio.
¿De verdad estaba viviendo todo aquello o era un simple sueño? Porque si lo era, quería despertarse de una vez por todas para poder detener todo ese sufrimiento.
-Hija... –Salió de sus pensamientos percatándose de que se encontraban solos nuevamente. –¿Por qué no te vas a casa a descansar un poco?
-¿Qué? ¡No! –Gritó horrorizada. –No pienso moverme de aquí hasta que Dawson mejore.
-Pero ya escuchaste al doctor, Sabrina... Hay que esperar cuarenta y ocho horas...
-Entonces las esperaré sentada aquí.
-Debes pensar en Joyce también. –Dijo ahora John sentándose a su lado. – Debe de estar echándote de menos.
-No harán que cambie de opinión... – Sentenció a pesar de querer abrazar con fuerza a su niñita.
Moira se había quedado con ella en casa y eso la tranquilizaba bastante. Sabrina sabía que solo había otra persona en el mundo que sabría cuidar de su niña tan bien como lo hacía ella y esa era Moira.
A veces le habría gustado tener también esa inocencia de su hija para no tener que saber lo que pasaba a su alrededor. Durante toda la noche, se había preguntado si todo aquello era culpa suya provocando un nuevo llanto. Sí a Dawson le pasaba algo, no solo dejaría un gran vacío en su corazón, sino en el de la pequeña Joy también. La niña había perdido un padre ya sin darle la oportunidad de conocerlo y parecía que el destino querría arrebatarle a otro. ¿Por qué?
-Entonces seré yo quien vaya a tu casa a por una muda limpia de ropa y algo de comer, ¿vale? –Afirmó George mirando a Rossi para que entendiera que quería que lo llevara.
-¿S-se sabe cómo sucedió? –Preguntó de repente Sabrina mirando a su padre después del silencio que se había creado tras la marcha de los dos hombres.
-No creo que sea el mejor tema del mundo para hablarlo ahora, hija.
-Quiero saberlo... –Jonh asintió suspirando.
-Está bien. Por lo que tengo entendido, un coche se saltó el semáforo por ir a una excesiva velocidad chocando con su coche. Según un transeúnte de la calle, el coche de Dawson dió tres vueltas de campana antes de chocar contra otro vehículo estacionado en el arcén que provocó que ambos coches explotaran. –Jonh también le contó que el otro conductor había sufrido a causa del golpe, pero qué no le había pasado ni las dos cuartas partes de lo que había sufrido Dawson. También le dijo que se despreocupara de ello, que ya se encargaba él de todos esos trámites y temas legales respecto al accidente.
-Joder...
-Esa boca... –Sabrina sonrió cabizbaja sin poder evitarlo.
-Tengo que decirte algo, papá...
-Lo que quieras.
-N-necesito que redactes un contrato de confidencialidad... –Los ojos de John se abrieron casi por completo.
-¿Qué? ¿Para qué quieres eso?
-Bianca...
-Sabia que esa mujer no había venido por mérito propio. Lo sabía... –Gruñó por lo bajo pasándose la mano por el pelo. –Nunca me gustó, pero como siempre, George se empeñó en mantenerla en nuestra vida. –Por su parte, Sabrina suspiró apoyando la cabeza en el hombro de su padre con la mirada perdida. –¿Qué quiso a cambio?
-Dinero, creo...
-¿Cuánto?
-No especificó, pero supongo que mucho... –Se incorporó de repente para mirarlo a los ojos. –Quiero que desaparezca de nuestras vidas una vez le entregue el dinero. No la quiero cerca de mi familia.
-No te preocupes, hija. Me encargaré de que así sea. –Asintió antes de acercarse a su pecho para que la abrazara.
-Señora Carson...
-¡¿Pasó algo?!
-No, no, tranquila. –Sabrina suspiró más aliviada antes de que se fijara en que la enfermera se había puesto una chaqueta y llevaba un bolso colgado al hombro. –Solo venía a decirle que mi turno acaba de terminar. La enfermera Katie será la encargada del cuidado de su marido mientras permanezca en urgencias. Mi mari... El doctor Becker se quedará unas horas más y vendrá a avisarla sobre quién estará al cargo por él.
-Ah... –Murmuró encogiéndose de hombros algo preocupada de que la chica frente a ella se fuera. Aunque no lo pareciera, esa enfermera la había ayudado mucho durante sus horas en aquella sala de espera. –Puedes llamarme Sabrina...
-Encantada, Sabrina. –Le extendió la mano con una sonrisa en los labios. – Lory, aunque creo que eso ya lo sabes... –La que sonrió ahora fue Sabrina.
Sí... Y me gustaría agradecerte el cuidado y trabajo que has tenido conmigo y con Dawson...
-Oh, no, por favor. No las des, me dedico a ésto.
-Aún así, muchas gracias, Lory. –La enfermera asintió despidiéndose con la mano de John, que se había mantenido a unos metros dejándolas conversar a solas, para girarse hacia los ascensores, pero algo hizo detenerla en el último segundo.
-Sabrina...
-¿Sí?
-No soy quien para meterme donde no me llaman, pero creo que deberías pasar un rato por casa. Sé que te supondrá un mundo alejarte de tu marido ahora mismo, pero si no lo haces por tí, al menos hazlo por él o por tu hija. Regresa a tu casa aunque solo sea para abrazar a tu hija. Sé por experiencia propia lo que se siente estar alejado de un hijo y lo único que me reconforta cuando salgo de aquí es abrazar a mi pequeño en cuanto lo tengo delante. – Sabrina asintió sin saber muy bien que decir mientras que Lory se alejaba hacia la salida del hospital.
Probablemente ella tuviera razón, pero... ¿Con qué cuerpo regresaba ahora a su casa sabiendo que Dawson seguiría aquí? ¿Y si le pasaba algo durante su ausencia? Nunca podría perdonarselo de ser así.
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Lazos De Sangre
General FictionLa vida de Sabrina Hamilton era tan normal como la de cualquier otra persona. A sus veinticinco años, aún se encontraba buscando trabajo en cualquier empresa, le daba igual el puesto que fuera mientras que cobrara un sueldo para poder mantener el pe...