Capítulo 44

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Cuenta Tini
Cuando salimos del boliche, muy borrachos, fuimos directamente a un boliche conocido. Además, se nos unieron un par de amigos de los chicos, al igual que Clari y Lodo que son amigas mías y de Cande de la facultad.

Lo primero que hicimos al llegar al boliche fue pedir una ronda de tequila, luego otra, y otra más. Continuamos tomando, cantando y bailando entre nosotros. Durante toda la noche me había confirmado a mi misma que no quería a ninguna de estas personas fuera de mi vida, porque puede que el desdichado destino me haya quitado una hermana, pero me gané a unos amigos que después de los problemas, de la distancia y del tiempo, al final del día siempre estarán ahí como si nunca hubiese cambiado nada.

Un cruce de mirada nos bastó para saber que ahora queríamos estar solo con el otro. Con una sonrisa en su cara estiró su brazo para alcanzar mi mano y tirarme hacia él. Su brazo rodeó mi cintura y colgué mis brazos de su cuello. El sonido de la música electrónica retumbaba, y las luces del boliche hacían todo más difícil de ver, pero más fácil y excitante de sentir. Coloqué mi mano en su nuca para juntar nuestras bocas. Una de sus manos tuvo el atrevimiento de bajar más de lo necesario, y reí a la mitad del beso mientras la apartaba de ahí. Acerqué mi boca a su oído para que pudiese escucharme por encima del ruido.

Tini: Aguanta a que lleguemos al departamento.

Hizo una mueca de frustración y luego empezó a bailar al ritmo de la música, así que yo lo seguí. El dj cambió de género y puso una de nuestras canciones favoritas, que él me había dedicado hacía un tiempo. Agarró mi mano para hacerme girar siguiendo la contagiosa melodía, pero entre risas le pedí que se detuviera porque todo el alcohol que había mezclado se me estaba revolviendo en los intestinos. Me abrazó nuevamente por la cintura y dejé que guiara los movimientos.

Sebas: El mundo me da vueltas tu me descontrolas.

Yo ya estaba muy ebria y no entendía nada, así que simplemente me dediqué a seguirle el paso, mirarlo y repetirle lo mucho que lo amaba.

Giré cuando Mercedes tocó mi hombro. Cuando me di vuelta se despidió de ambos haciendo un gesto con la mano y se fue sin decir nada más. Sabíamos que con ella las cosas ya no serían igual que antes, pero nos demostró que, a pesar de que no era nuestra fan número uno, nos respetaba.

Panchito se acercó a nosotros y se colocó entre Sebastian y yo para abrazarnos por los hombros.

Panchi: Denle tiempo a Mechi, ya se va a acostumbrar.

Sebas: Gracias Panchi.

Más tarde, varios besos subidos de tono nos impulsaron a irnos del boliche para llegar al sillón de su departamento y sacarnos las ganas, pero nuestra torpeza causada por el alcohol no nos lo permitió y terminamos tirados en el sillón semidesnudos muertos de la risa. Yo estaba acostada encima de Sebitas, pero la mitad de su cuerpo estaba fuera del sillón y se sostenía gracias a la mano que él tenía apoyada en el piso.

Sebas: Somos un desastre.

Tini: La verdad que si.

Sebas: Son como las seis de la mañana ¿Querés café?

Pasó su mano libre por mi espalda.

Tini: Si, yo lo hago.

Me levanté con dificultad para ir hacia la cocina a preparar el café. Sebas solo había logrado sacarme el top, así que estaba desnuda de la cintura para arriba, por lo que solo tomé su remera del piso y me la puse encima.

Cuando salí de la cocina con las dos tazas en mis manos, lo vi en el balcón con sus jeans cayendo más abajo de su cintura dejando ver parte de su bóxer blanco. Su espalda estaba tensa y sus brazos extendidos con las manos en la baranda. Le di un pequeño beso en su hombro y sonrió agarrando una de las tazas, mientras que con la otra mano agarró mi cintura y me pego al costado de su cuerpo. Vimos los lindos colores del cielo de ese frío amanecer de Buenos Aires mientras disfrutábamos del café caliente y recién hecho.

Después | SebastiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora