Final

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Cuenta Sebas
Esta era la tercera navidad que pasábamos juntos.

Este año la veo moverse por la cocina de mi casa con más confianza. Resulta que mi mamá y Tinita tienen personalidades muy parecidas, ambas son preciosas y tiernas, pero tienen un escaso sentido del humor.

Bebí de mi cerveza y respondí algunos mensajes en mi celular para distraerme de su conversación sobre el condimento que estaban preparando para la carne que luego iba a ser llevada a la parrilla.

Los niños de la familia, y prácticamente todos, se acercaban cada dos minutos a la cocina para agarrar de la picada que hicimos mientras esperábamos para la cena. Teníamos un montón de quesos, jamón crudo, jamón cocido, empanadas, pan y algunas aceitunas.

Ade: Nos hace compañía solo para comerse todo lo qué hay en la mesa.

Mi mamá estaba de espaldas al igual que mi novia y seguían ocupándose de la carne, hasta que Tinita hablo bajito y rió.

Tini: Siempre hace lo mismo, y encima se come todas las sobras de la cena.

Las miré con las cejas alzadas.

Sebas: Todavía estoy acá, las escucho.

Dejé mi celular en un costado y agarré un pedazo de pan con un poco de queso y jamón crudo.

Tinita giró su cabeza sobre su hombro para mirarme sin dejar de sonreír. Su vestido de verano color crema tenía una sencilla abertura que deja parte de su espalda descubierta. No podía esperar para estar a solas y poder recorrer con mis manos cada una de las partes de su piel que dejaba a la vista con ese vestido.

Estaba tan hermosa... y ni siquiera tenía que esforzarse para hacerlo, era increíble.

Tini: ¿Querés ayudar?

Sonreí irónico acercando la botella a mi boca para darle un trago y captó mi respuesta. Regresó a lo suyo cuando mi mamá le pasó algunas verduras para que las picara.

Después de la cena los adultos nos quedamos cenando en el living bien acompañados por el alcohol, mientras que los más pequeños se fueron a dormir cuando se cansaron de jugar. Estábamos pasando un buen rato mientras vaciábamos las botellas y abríamos los regalos, que por suerte Tini se había encargado de eso, ya que yo me había acordado a la mañana que no había comprado ningún regalo para ningún miembro de la familia, pero me la comí a besos cuando me dijo que ella ya lo había hecho dos semanas antes.

Mi primito Benjamin, de cinco años, apareció en el living haciendo puchero con su carita de dormido, ya que al pobrecito lo habíamos despertado con nuestras risas. Mi tía Cecilia estaba pasada de copas como para encargarse de su hijo en ese momento, y ni hablar de mi tío Facundo, así que Tinita se ofreció a llevarlo devuelta a la cama para dormirlo. No le saque los ojos de encima a mi mujer hasta que desapareció por las escaleras con el pequeño Benja agarrado de la mano.

Aníbal: Mírenle la cara de bobo, está hasta las manos.

Regresé la mirada a mi familia esparcida por todo el living cuando escuché el comentario de mi papá, y de repente nadie decía nada, solo me miraban con sonrisas que no se molestaban en reprimir.

Sebas: ¿La pueden cortar?

Rieron y reavivaron la charla. Le hice fondo a mi vaso y me levanté para subir al segundo piso. Cuando subí me la encontré cerrando la puerta de la habitación donde se encontraban durmiendo los niños de la familia. Me hizo señas para que no hiciera ruido pero no le presté atención y la tomé de la cintura para recostarla en la puerta que acababa de cerrar. Rió colgando sus brazos de mi cuello y bajé mis manos al borde de su vestido para levantarlo un poco y poder tocar su piel.

Después | SebastiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora