Capitulo 19

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Tomé jugo de naranja de mi vaso mientras esperaba a los demás para poder desayunar juntos.

Habían pasado dos días desde que regresé, mi madre aún no salía de su habitación. No se sentía bien. Sin embargo, había tenido la oportunidad de ir hablar con ella ayer. No escuché su voz débil, supongo que ella sabía muy bien cómo ocultar su dolor delante mi.

Esperaba que hoy fuera el día en que ella saliera de su habitación. Y si no lo hacía me preocuparía más, ya que ella no solía quedarse tanto tiempo en un espacio cerrado.

Dejé mi vaso en la mesa, y agudicé mi oído al escuchar unos pasos viniendo.

Era papá.

—La verdad no sé de quién heredaste madrugar. Es una lástima que no disfrutes las horas sagradas de sueño como yo.

Sonreí al escucharlo, y no pasó mucho tiempo cuando escuché su risa. Un beso a mi frente llego segundos después de aquella llegada.

—Creo que lo heredé de mi madre.

—Sin duda alguna.

Otros pasos se acercaban. Eran unos pasos de los cuales poco a poco empezaba a recordarlos. No sabía si iba a poder reconocerlos entre la multitud de gente algún día.

—Buen día, familia. —saludó Jayden apenas entró.

—Hola. —me limité a decir.

—Pero qué guapo te miras. Te hicieron bien estos dos días conmigo, ¿eh? Ser el dueño de una empresa de ropa todos estos años sirvió de algo.

—La verdad, mamá me ayudó a escoger este outfit. —escuché a mi padre bufar.

—Claro, siempre Tiffany llevándose el crédito.

—Te escuché, Hill.

—¿Mamá? —pregunté, ya que no sabía si era ella en realidad o sólo producto de mi mente.

—¿Me extrañaste? —asentí.

Sus brazos me rodearon. Le abracé con fuerza, inhale su agradable aroma a vainilla. Llevaba joyería puesta, lo pude sentir apenas mi mejilla rozó su arete.

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Jayden.

Ella deshizo el abrazo, mas no se separó de mi antes de volver hablar. Se sentó al lado mío, y me abrazó de lado.

—Por supuesto. Perdónenme, los hice preocupar mucho a mis niños. —expresó con cierta tristeza en su voz.

—No te disculpes. Me alegra saber que mejoraste.

Las palabras de Jayden podían sonar secas, incluso sin ni un toque en empatía, pero muy dentro de él estaba preocupado. Casi nunca demostró cariño hacia mis padres, aunque eso no significaba que no los amara. Era sólo su forma de ser.

—Gracias, hijo.

—No volverá a pasar de ahora en adelante, ¿verdad, Jayden? — dijo mi padre, animado por alguna razón.

—Con dos hombres en esta casa no debería pasar nada que nos dañe como familia.

¿Dos hombres?

—¿Te quedarás aquí? —mi madre me robo las palabras de la boca.

Escuché las risa maniática de mi padre. Algo tenía planeado, y esa risa me hizo poner nerviosa.

Esperamos por respuestas mi madre y yo. Mi padre, el hombre que le encantaba hacer dejar en suspenso momentos como este, no respondió, y optó por sentarse antes que responder.

Enseñándole A Tú Corazón (#3 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora