Capitulo 16

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—¿En serio hizo eso? —preguntó César, su tono era como que no creyera ni una palabra de lo que el señor nos contara.

—Por supuesto, chico. No fue nada fácil sacar esas balas estando en medio del mar y casi sin herramientas médicas.

—¿Qué pasó con su amigo? ¿Aún vive?

—Alexa, ¿cómo alguien va a sobrevivir a cuatro disparos y luego ser curado sin equipo especial? Si fuera así, muchos soldados de la Segunda Guerra Mundial seguirían vivos.

Escuché como una silla sonó, probablemente era el señor que se había levantado. En cuestión de segundos, sus pasos volvieron a la habitación.

—Está foto la tomé hace tres meses. El que está al lado mío es al que le saque las balas.

No se escuchó ni una respuesta por parte de César, tal vez ahora si le creía. Desde que el señor empezó a contar la historia, fue tan interesante y realista que le creí, excepto César.

—Fue suerte. —el señor suspiró.

—Eres terco como una mula. —susurró.

—¿Cómo dijo?

—¿Quieres comer, Alexa? —reí por lo bajo, y luego asentí.

La puerta se escuchó cerrarse, y volví a quedar a solas con César.

Ya no tenía miedo, habían pasado dos días en los que me quedaba en la misma habitación que César, y nada malo había sucedido. Tampoco volví a escuchar la voz de Alicia por la noche, lo cual fue un poco raro.

Había convivido mucho con César y el señor, el cuál por alguna extraña razón se negaba a decirnos su nombre. César seguía sin confiar en él. Yo tampoco lo hacía, aunque me cayó muy bien el señor, no cualquier persona ofrece sus servicios médicos y deja hospedarse en su casa a dos desconocidos. Estaba muy agradecida con eso.

Han pasado dos días, en las cuales no había podido dormir muy bien. Seguía pensando en muchas cosas, y no podía evitar sentirme mal al saber qué tan preocupados debían estar mi familia, buscándome. Contaba las horas para que César pudiera volver a caminar un poco y así seguir hasta llegar a la civilización, ya estando ahí sería muy fácil volver a casa, eso me había dicho el señor.

—Viejo cascarrabias. No comas nada, Alexa. Le puede poner veneno a la comida. —volví a reír.

—Hemos estado comiendo comida hecha por él estos dos días y aún seguimos vivos.

—Pero ya sabe que pronto nos iremos, y tal vez no quiera que nos vayamos y espero todo este tiempo para envenenarnos y comernos...

—César —le detuve—. No nos hará nada.

—¿Cómo lo sabes? ¿Eres adivina? ¿Lees mentes? ¿En qué estoy pensando?

La mayoría del tiempo César era muy nervioso e histérico, más cuando el señor se hacía presente. Siempre trataba de calmarlo, pues no había hecho nada el señor para hacernos desconfiar de él.

—Cuando llegue a casa le contaré a mis padres de él, y les diré que lo contraten como nuestro doctor. —le molesté en broma.

—¿Estás loca? ¿Llevarás a este tipo a tu casa? ¡Ya entiendo!

—¿Qué cosa?

—De seguro tiene micrófonos encendidos aquí, y está escuchando todo. —empezó a susurrar de la nada— Ahora querrá que te vayas para así infiltrarse en tu casa y poder atrapar a toda tu familia.

—Al menos no seré devorada tan temprano como tú.

—Te equivocas. Yo no me dejaré comer de un viejo loco.

Enseñándole A Tú Corazón (#3 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora