Capítulo 9

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-Hija, tu madre vendrá pronto. Pero yo tengo que ir a terminar unos asuntos, te prometo que vengo rápido ¿Sí?- asiento sin siquiera prestarle atención a sus palabras -Te quiero.- sus labios dejan un cariñoso beso en mi frente, sus manos sueltan las mías, y ahí es cuando mi padre me vuelve a dejar sola con mi abuela. Ella tose repetidas veces, falsamente, como si tratara de llamar mi atención, pero yo sólo me quedo sentada en el sofá de la habitación escuchando los suspiros cansados de mi abuela.

Si tan sólo no le hubiera gritado mi abuela no estaría en el hospital, mi padre hubiera seguido en su trabajo, y le hubiera ahorrado muchas preocupaciones a mi madre. Ser ciega tiene ciertas ventajas, pues puedo escuchar lo que dicen, y puedo deducir si lo que su boca dice es lo mismo que lo están sintiendo o pensando. Como mi padre, dice que esto no es mi culpa, pero yo sé que en su interior sabe que si yo no fuera ciega llegaría a ser la hija de sus sueños. La hija que siempre quiso tener.

Juego con mis manos sobre mis piernas, mientras en mi mente se sigue repitiendo aquellos sonidos aterradores de la noche. Pensar en aquella presencia me da escalofríos. He estado aquí, y parece que esos sonidos o presencia no están. Pero ¿Qué será? ¿Quién podría ser? Podría hacer un pacto con el diablo para poder ver qué está pasando.

-¡Ah! Ya no puedo más.- se queja mi abuela, me levanto y trato de dar pasos pequeños para llegar a su cama, pero su voz hace que me detenga de golpe -Verte ahí sentada como una inútil me enferma.- escupe con odio y rencor.

-Lo siento. ¿Q-quieres comer, abuela?- pregunto tratando de cambiar el mal ambiente en esta habitación.

-Lo que quiero es que salgas de mi vista. Largo de aquí. Vete a casa, a la calle, a donde sea posible para que no te vuelva a ver. ¡Date un tiro en la cabeza si es necesario!- dice con cansancio de su voz. La entiendo, no es fácil convivir conmigo, una ciega inútil.

Asiento y busco la puerta, golpeandome con una mesa en el camino. Al encontrarla la abro y me doy la vuelta de nuevo.

-Que te mejores, y... lo siento, abuela.- digo por último antes de salir de la habitación y cerrar la puerta detrás de mí. Me apoyo en la pared y me quedo a esperar a que mi padre o mi madre vengan para así poder ir a casa, y tal vez olvidar todo lo que pasó ahora.

Mi abuela me sigue tachando como la mala del cuento. Aún no entiendo porqué su odio hacía mi madre y a mí. Es como si algo hubiera pasado y no soy consciente de ello. Pero por más que les pregunte a mis padres, ellos no me dirán la verdad. Sin embargo, si le pregunto a mi abuela tal vez me diga la verdad, si es una dura y dolorosa verdad no tardará en hacérmelo saber. Esperaré a que se ponga mejor para preguntarle, aún sabiendo que me puedo ganar algún insulto o maltrato de su parte, sólo quiero saber qué pasó.

Puedo escuchar la respiración de alguien cerca de mí, parece haber parado de caminar, y pierdo todo rastro o sonido de esa persona.

-Tú no debes mentir.- dice esa voz ronca y calmada que últimamente he escuchado muchas veces. Sonrío con tranquilidad.

-Aveces... las mentiras son m-menos dolorosas... que la verdad.

Él se mantiene en silencio, tal y como suele hacerlo. Bajo la mirada y cierro los ojos cansada de todo, pero no de todos. Nadie más que yo tiene la culpa de todas las desgracias que mi familia está pasando, ¿Por qué culpar a alguien más? Creo que si pudiera ver, todo seria muy diferente.

-Ven.- no me deja responder cuando ya me toma de la muñeca y me jala quién sabe a dónde.

-Espera... m-mi madre...- digo con palabras tontas.

-No te preocupes, yo le aviso.

¿Cómo es que...? ¿Tan cercano a mi madre es ahora que ya tiene forma de contactarse con ella? ¿Cuándo se hicieron cercanos? Bueno, son cosas que no me importan, al menos por ahora.

Camino confiando en él, sólo camino detrás de él sin saber el destino al que me lleva. Siento una brisa fresca impactarse con mi rostro y brazos desnudos. Mis piernas empiezan a temblar; sin embargo no dejan de caminar para no perderle el paso. Le quisiera agradecer por haberme sacado del hospital, pero mi boca no llega a decir nada. Luego de un rato caminando, él para, y me indica que me siente. A primer tacto siento mis piernas temblar más que antes por la frialdad de la banca, pero luego me empiezo a acostumbrar hasta que mis piernas dejan de temblar. Se sienta al lado mío en silencio, sólo puedo escuchar algunos grillos cantar, y la corriente de agua pasar.

-¿Qué fue lo que realmente pasó?- pregunta un poco triste. Tomo una gran bocana de aire y empiezo a hablar.

-U-una persona entró...- trato de que mis palabras salgan creíbles, y que no falte nada de la historia que mi abuela me dijo que contara -Mi abuela me salvó... yo... tengo culpa.- siento como él toma mi mano con delicadeza antes de volver a hablar.

-A mi la verdad no me duele, me duele más que la gente me mienta.- sus palabras sólo me hacen pensar en que él sabe algo, y que no será tan fácil tratar de mentirle. Creo que él merece saber la verdad, pero no quiero que él sepa de lo que pasa conmigo, que piense que sólo soy una niña mimada con problemas estúpidos. No sé en qué momento él empezó a darle demasiada importancia a lo que yo hago, o siento. -Aunque no me creas... te has vuelto una amiga muy especial para mí, y... sólo quiero ayudarte en lo que pueda para que ya no estés triste.

Sintiendo un hueco en mi pecho, bajo la mirada, sonidos e imágenes que mi mente ha creado vienen a mí otra vez. Las veces que mis padres han peleado por mí, las veces que mi abuela me ha rechazado, e incluso las veces en las que Jayden se ha decepcionado de mí. La necesidad de sacar todo este dolor me hace volver loca, y luego recuerdo que si revelo todo lo que pienso o siento sólo me tendrían más pena y compasión de la que ya me tienen. No me gusta que otras personas sientan mi dolor, porque eso es muy mío, y de nadie más.

-He escuchado tus gritos desde hace mucho en la casa de tu abuela.- algo me decía que él si sabía algo -¿Ella te hace algo?- niego con una sonrisa triste.

-N-no soy perfecta... para mi familia.

Silencio.

Me pregunto en que pensará. ¿Serán cosas buenas o malas? Quisiera que él me hablara para no tener que estar adivinando, pensando cosas que tal vez no sean realidad.

-A ver- dice riendo, sus manos toman mi rostro y lo mueve de un lado a otro como si lo inspeccionara. Me jala de la muñeca para levantarme y me hace dar una vuelta. -Empecemos, tienes una cara sin imperfecciones. Tus ojos parecen tener un color único. Cabello impecable. Estatura ideal. Y tus manos...- apreto mis labios con vergüenza -Ya quisiera ser tú, porque eres tan perfecta.- en el momento que lo escucho decir todas esas palabras siento mis mejillas calientes, y en mi estómago algo se revuelve. ¿Me habrá hecho daño la comida? Si es así, no creo que sea un buen momento para que mis tripas empiecen a sonar. -¿Y qué si tu familia piensa que no eres perfecta? Ellos no viven tu vida, ellos no piensan lo mismo que tú, y puede que no veas, pero ellos jamás lograrán ver al mundo como tú lo haces.- sonrío de lado. Siento que sus palabras son un poco ciertas, -Quiero ser tu amigo, en el que puedas confiar sin pensarlo. En el que puedas llorar, reír, enojarte, o incluso pelear conmigo... ¿Puedo ser tu amigo?

Enseñándole A Tú Corazón (#3 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora