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Bienvenidos a Nueva Orleans. Leyó la rubia al cruzar el letrero, ya llevaban varias semanas viajando. Primero fuero a Canadá y después a Nueva York, ahora tocaba la ciudad que Kol afirmaba que era mágica.
La chica estaba en el asiento del pasajero con los piernas cruzadas y admirando la ciudad, Kol la veía de reojo cada cierto tiempo.
—Te encantará el Barrio Francés, amor— Los ojos de Kol se iluminaron ante la mención— Esta llena de magia. Quien sabe, a lo mejor te gustará una residencia un poco más extensa.
La chica sonrió en respuesta, en realidad estaba bastante emocionada de este lugar. Kol le había contado demasiado sobre la ciudad y que siempre hay música en cada rincón.
El vampiro aparco en un edificio que parecía antiguo, pero se veía igual de mágico que todo el barrio.
—Aquí cariño, viviremos lo que tú corazoncito quiera quedarse— le aseguro antes de bajar del auto seguido de la rubia.
Lilah lo alcanzó entrelazados sus dedos con ellos de él mientras que Kol cargaba una maleta con su mano libre.
—Espera— lo detuvo antes de subir las escaleras— Esto no es un hotel, ¿compraste un departamento?
Kol la vio con una mirada traviesa al igual que la sonrisa que empezaba a formarse en sus labios.
—Por favor cariño, obligue a alguien a dármelo— le contestó casualmente encogiéndose levemente de hombros.
—Por supuesto que lo hiciste— se rio la rubia antes de seguir su camino.
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Kol se moría de hambre y Lilah lo había notado, el problema es que se le habían acabado las bolsas de sangre y tenía que ir por un bocadillo con algún humano.
Así que aquí estaba Delilah en el apartamento, relajándose sola y con un poco de frío, había una pequeña chimenea que por supuesto iba a utilizar.
—Phaspatos incendia—Murmuró la bruja estirando su mano hacia la chilena encendiéndola— Amo hacer magia.
Oh lo que no sabía era el problema en que se había metido, no sabía la nueva regla contra las brujas de la ciudad, pero en poco segundos se daría cuenta cuando escuchó el timbre sonar.
