CAPÍTULO 06

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Al día siguiente

Antes de ir a clase hablé con Alix y le dije que por la tarde tendríamos reunión en casa de Luka y Chloé, que no hiciera planes. La rubia asintió pensando que nos reuníamos para estudiar el plano de «La Selva» que Luka nos había conseguido vía satélite.

Alix no se imaginaba que nuestra loca aventura nos iba a poner en peligro, y que dado que no teníamos habilidades deportivas, posiblemente, fracasaríamos a la primera de cambio con terribles consecuencias para nuestro honor y nuestro físico.

La verdad era que íbamos a ciegas. No conocíamos el terreno y debíamos familiarizarnos lo antes posible con él para saber ubicarnos durante La Misión. Además, dependíamos de nuestro japo para que consiguiera también la manera de acceder a la Universidad de Harvard para conseguir su biblia. Él era el hacker, el auténtico cerebro de nuestro modus operandi, y como líder que era, le encantaba dar premisas e instrucciones para que todo se hiciera a su modo. De hecho, Luka era como Adrien, pero en versión nipona. Nosotras obedeceríamos, hasta que viéramos algo en lo que estuviéramos en desacuerdo. Mientras tanto, Luka sería el jefe.

A Luka y a Chloé les escribí para decirles que los cuatro nos veríamos para comer en su casa. Mientras iba sentada en el lado del copiloto de la camioneta de Alix y ella cantaba a pleno pulmón la canción de Don't Keep me waiting de Sharleen Spiteri, yo pensaba sonriente en las futuras clases de conducción que Adrien quería darme con su Porsche.

El coche iba a pasar de Porsche a Puchero en un santiamén. Yo ya le avisé de mi falta de paciencia y de pericia para llevar cualquier cosa que tuviera ruedas, pero él dijo que era obligatorio. Así que, según sus cálculos, en tres semanas tendría la licencia para conducción temerario, y con el contacto de Alix, tendría la licencia para conducción normal como todo ser humano. ¡Así de rápido iban las cosas en Yale si tenías buenos padrinos! Y yo tenía a los mejores.

—¿Dónde fuiste ayer? —me preguntó Alix—. Pensaba ir a comprar ropa contigo, porque últimamente la ropa que hacen es muy mala y se encoge enseguida.

—Ya —dije yo—. No es de buena calidad.

Alix me miró de reojo, sin desatender la carretera. Empezaba a picarle la curiosidad y estaba un poco cansada de tanto secretismo por mi parte, cosa que comprendía a la perfección.

—¿Y bien? Quiero saber con quién estás enredada. Y si lo conozco.

Giré mi cabeza de golpe y la miré con estupefacción. Obviamente, todo fingido. Además, mentía bastante mal.

—¿De qué hablas? Yo no estoy enredada con nadie.

—¿Es chico o chica, Marinette?

—¿Qué?

—¿Qué es lo que te va a ti?

—¡Alix! —exclamé—. ¡Me gustan los chicos!

Ella se echó a reír y se encogió de hombros.

—A ver, has rechazado a Claude, el cual, por cierto, ha debido caer en una profunda depresión, porque desde entonces nadie sabe nada de él. No ha aparecido por la universidad desde el viernes. Pobrecillo, se ha encerrado en su agujero para hibernar como un oso.

«A Claude lo habían fileteado», pensé. Mejor que nadie lo supiera.

—A Félix Agreste también le diste una patada en el trasero...

—Alix, no estoy con nadie.

—Mira, si te gustan las huchas no pasa nada... Es lo más normal del mundo.

¡Rayos! Estaba como una cabra.

—¿Te gustan las tijeritas, novata?

—¿Me estás tomando el pelo? —me entró la risa.

/ 03 / FUEGO INTERNO (+18 ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora