CAPÍTULO 02

117 17 0
                                    

—Me tienes que ayudar.

Madre mía. Se había vuelto loco.

Estábamos en su casa. Habíamos llegado hacía diez minutos, pero pasamos por el baño como un huracán hasta llegar al botiquín de emergencia. No uno cualquiera no. Uno profesional. Adrien tenía ahí de todo.

—Me gusta comprar utensilios y tener un buen equipo en mi casa —me explicó mientras colocaba una toalla oscura en el suelo de parqué del salón, colocaba una silla encima y se sentaba sobre el improvisado tapete.

Podíamos ver el jardín interior a través de las puertas acristaladas que daban al exterior. Había encendido una lámpara de pie que nos alumbraba completamente. Nos quedamos en silencio y solo el sonido de las bisagras del maletín rompía la quietud.

Yo le miré, inmóvil, mientras mi cabeza pensaba más rápido de lo que lo hacía mi intención. Adrien no tenía todo aquel equipo en su casa porque fuera coleccionista. A mí no me tomaba el pelo.

—Tienes esto porque te gusta coleccionar y porque has debido coser a más de un Bone,

¿verdad, Adrien? Si haces estas cosas, que, por cierto, no logro comprender — enfaticé mientras me temblaban las manos al sacar cada una de las cosas que me pedía Adrien del botiquín—, tú has debido ser quien los ha curado. ¿Qué explicaciones iban a dar al médico respecto a sus cortes? Un corte de un objeto filoso y metálico es muy característico. Por eso prefieres no decir nada. Así mantienen sus juegos en secreto... —pensaba en voz alta—. Tú eres el médico cirujano, ¿verdad?

Adrien parpadeó atónito sin apartar sus ojos de mi proceder.

—Tu manera de hilar las cosas me deja muchas veces sin palabras —me susurró—. Espero que tengas la misma pericia al coser heridas.

—No —le aseguré—. Soy capaz de hacerte un entuerto. Pero tú no eres zurdo y alguien

tiene que coserte, ¿no?

Él me sonrió con ternura. Pero no me alejó de mis cavilaciones.

—Los coses tú —insistí—. No ando equivocada, ¿verdad?

—No.

Negué con la cabeza, con mi mirada perdida en él.

—No lo logro comprender —en realidad quería que me lo explicase, que me hiciera entender ¿qué necesidad había en arriesgar la salud así? Pero él renegaba. Se veía tan reticente a hablar...

—Hay cosas que sencillamente no tienes por qué comprenderlas, Marinette. Estás en otro país, en una universidad que tiene una larga tradición de hermandades de Élite... Es otro mundo. Y uno muy diferente del que podías tener en Europa.

—Podrías explicármelas. Podrías hacer que...

—Cuanto más sepas de los Bones, más te expondrás.

—Pero tú eres uno de ellos —protesté—. Y ya estoy expuesta. ¿Qué más me da?

Él dejó escapar el aire entre los dientes.

—Sí.

—Entonces... —titubeé—. ¿Estoy en peligro por saber lo que has hecho en el cementerio? ¿O porque El Escriba me conozca y sienta curiosidad sobre mí?

Él arrugó la frente y me miró como si no me comprendiera.

—¿En peligro? No estás en peligro —negó rotundamente—. Aquí nadie te va a hacer nada.

—¿Y a qué me expongo entonces?

—Te expones a juicios de valor desagradables —dijo a desgana—. Huesos y Cenizas es clasista, moralista, y cuando cree que alguien altera el orden tan metódicamente impuesto durante años, se encarga de que esa persona entienda que está siendo incómoda. O, al contrario, logra que se una a ellos.

/ 03 / FUEGO INTERNO (+18 ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora