CAPÍTULO 18

108 17 0
                                    

Corrimos hacia el Este. Ya perdí la cuenta de los kilómetros que llevábamos en las piernas. Pero hacía casi tres horas que estábamos compitiendo, aunque el dolor y el agotamiento no nos iba a detener.

—Ahí abajo —señaló Luka—. Ahí está la hoguera y el observador —dijo corriendo, señalando al frente, sin soltar la mano de Chloé ni un instante.

—¡Le veo! —gritó Chloé—. Vamos, hobbit —me metió prisa—, ya los tenemos. Pero de camino hasta nuestro punto clave, me tuve que detener. Escuché a alguien pedir ayuda. Vi cómo Chloé y Luka se alejaban, pero yo me quedé muy quieta esperando a oír otro socorro. No oí esa palabra, pero sí un gemido de dolor.

Y no tardé nada en reconocer aquella voz aterciopelada y también pomposa.

Era Claude.

Me paré en seco y seguí la voz entre la maleza. Cuando le localicé, me quedé de piedra.

Félix tenía a Claude agarrado del pescuezo, apretándolo tanto que el otro se estaba ahogando.

—Voy a hacer contigo lo que mi hermano no hizo —le susurró con odio para después soltarlo.

Félix no llevaba camiseta, sus músculos se marcaban por todas partes. Estaba mojado y sudoroso, todo a la vez. Pero cuando caminó acechante alrededor de Claude, le vi la espalda, y me fijé en que tenía muchas marcas finas y largas, y algunos moretones. ¿Quién le había hecho algo tan horrible?

Claude estaba de rodillas y había recibido una buena paliza. Apenas se podía mover.

Era imposible que continuara en La Misión en esas condiciones.

De repente, Agreste lo cogió del cuello, y con una sola mano, lo levantó en volandas, como si no pesara nada.

Era sobrenatural.

Dios mío. Me impresionó tanto que quise salir corriendo de ahí. Con aquellas heridas en la columna y en las costillas no debería poder hacer nada, y ahí estaba, como si desconociera el significado de la palabra dolor, o como si las heridas no significarán nada para su naturaleza. Esa fuerza era de otra realidad que nada tenía que ver con la mía. Así que retrocedí para irme de ahí...

—No huyas —me dijo una voz a mi espalda.

Yo me di la vuelta de golpe y choqué contra el cuerpo de Adrien.

Este estaba igual que Félix, húmedo, sudoroso, sin camiseta. Sus ojos me miraban sin luz, sin ilusión, como si yo le hubiese decepcionado. Cuando había sido al revés.

Era nuestro primer encuentro cara a cara y parcialmente a solas después que se fuera a

la isla del Ciervo a afianzar su enlace con Bridgette.

A reírse de mí.

Y verle, me provocó la misma sensación de siempre, como si mi corazón y mi mente hubieran desconectado, Pero ya había decidido alejarme de él.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—He venido a detener a mi hermano, porque tiene ideas muy fijas —me dijo en voz baja dejando caer su mirada juiciosa hacia él—. Pero ya que estás tú aquí, tal vez puedas convencerle de que no puede asesinar a nadie, puesto que a ti te escucha, ¿no, Marinette?

Lo sabía. Adrien sabía perfectamente que había cenado con Félix. Eso suponía una traición indigesta para él, pero no más amarga que la que él ejecutó contra mí.

—No voy a hablar contigo de nada más —le aseguré marcando las distancias.

—No. No te equivoques. El que no tiene ganas de hablar contigo ni de nada parecido soy yo, Marinette. Por lo que a mí respecta, se acabó.

/ 03 / FUEGO INTERNO (+18 ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora