CAPÍTULO 17

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Cockaponset

Quedaban diez minutos para las doce e íbamos a ser puntuales. Supimos del punto de salida de la Misión en Cockaponset, porque alguien, un ser misterioso dejó un sobre con un mapa y una localización en el interior de mi Kate Spade, a la hora del almuerzo mientras estaba en la cafetería de Trumbull. Ni siquiera hice el amago de pretender adivinar quién era de los cientos de personas que pasaban por ahí a esa hora.

Asumí que había cosas que nunca sabría y a las que no podría seguirles el rastro. Y más aún si venían de los Bones.

A las seis y media de la tarde, nos reunimos en casa de Luka y Chloé. El japonés nos quería ahí mucho antes para que a todos nos quedase claro la orientación y el mapa de Cockaponset y para explicarnos que iríamos en un coche especial, una especie de Jeep Cherokee a todo riesgo que había alquilado y que nos vestiríamos con unos trajes especiales que se parecían a los de la Viuda Negra, resistentes a arañazos, cortes y proyectiles, los cuales, además, tenían una particularidad que, de usarla, nos haría ganar muchos puntos.

No íbamos a ir al choque con nadie. Éramos los débiles. Físicamente no valíamos demasiado, por eso buscamos otras alternativas con las que poder medirnos no a ellos, sino a las circunstancias en general. O nos amoldábamos o fracasaríamos estrepitosamente.

Las tres chicas nos habíamos hecho trenzas africanas. Necesitábamos el pelo bien recogido para que no nos estorbara en ninguna de las posibles pruebas que íbamos a encarar.

Luka llevaba su cresta más tiesa y recta que nunca.

Cuando acabamos de maquillarnos, nos miramos los cuatro al espejo.

Nos adelantábamos una noche al Halloween. Teníamos los rostros caracterizados como unas calaveras. Alix, la artista, las hizo muy realistas, y la verdad era que dábamos miedo.

Con ropa oscura y ajustada, botas tipo militar y esos rostros, éramos como los cuatro jinetes del apocalipsis, pero sin caballo.

—¿Listos? —dijo Luka mirándonos a través del espejo.

—Listos —contestamos.

Dicho esto, cogimos el Jeep del mismo color que nuestros trajes, y nos lanzamos a la carretera en dirección a Cockaponset.

La Selva esperaba por nosotros.

La Selva

White Rock

Seguimos la carretera bordeando el río, y nos internamos por detrás de la subestación de la planta de energía que había ubicada a las afueras de Cockaponset.

Y una vez dentro de sus bosques, y sus campiñas, a las doce de la noche, en punto, llegamos a White Rock, el lugar de encuentro de la Élite.

El ambiente era frío y húmedo, y calaba hasta los huesos. Pero los trajes nos ayudaban a mantener el calor, porque eran térmicos. Luka pensaba en todo. Dejamos el coche a unos treinta metros y nos metimos de lleno en los condominios del parque.

Al bordear uno de los senderos, dimos de lleno con una hoguera en cuyo alrededor se encontraban los miembros de los Lobos, con el guapísimo mulato a la cabeza, los Llaves, y... los Huesos. Ellos también se habían maquillado a su manera, con marcas de guerra por toda la cara, como hacían los antiguos escoceses. Pero ninguno se caracterizó como nosotros.

Tuve que prepararme mucho psicológicamente para aquel momento. Primero, porque me impactó ver a Claude con el pelo recogido en una coleta, sin rastro de los gestos de dolor que hizo en el cementerio, y además muy recuperado. No solo hice frente a su mirada que juraba venganza, sino también a las de Adrien y Félix.

/ 03 / FUEGO INTERNO (+18 ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora